La integración tiene lugar como tema de debate, y remite a una
meta, un objetivo no cumplido, pues si fuera un hecho no sería motivo de
análisis. Proponemos reflexionar sobre interrogantes tales como “por qué
integrar, para qué integrar, a quién integrar, a dónde integrar”.
La respuesta es: la persona con necesidades especiales o discapacitada.
Entonces cabe una reflexión antropológica, una búsqueda de
caracterización del hombre que dé cuenta de toda la diversidad de
posibilidades. Llegamos entonces de la pregunta fundante acerca de ¿quién se
tiene que integrar a qué? ¿Qué o quién está des-integrado?
Esto nos pone del otro lado, o sea del de los no discapacitados, lo cual
lleva a la cuestión de la exclusión, concepto cuestionable en tanto deriva de
una postura egocéntrica. Martín Buber (1878-1965) brinda un fundamento de
reciprocidad a las relaciones Yo-Tu, fundantes de la voluntad de integración.
Una de las formulaciones éticas kantianas es “no tomarse a sí mismo
nunca como excepción”.
Terencio (185-159 ac) dice “hombre soy, nada humano me es ajeno”.
Apoyados en estas ideas, veremos a la integración social como una
reivindicación legítima y necesaria, y a la específicamente escolar como
una tarea que seguramente beneficia al conjunto de los alumnos, pero que
requiere garantías para que sea lo más favorable para el sujeto con
discapacidad.
Reivindicamos la importancia de los recursos informáticos que hacen
posible la comunicación en sentido amplio, y por consiguiente la integración
escolar de algunos niños, garantizando el acceso a los contenidos curriculares
con suficiente autonomía como para asegurar una inclusión en la escuela común.
No hay comentarios:
Publicar un comentario