Ya en el siglo XIX, Charles Darwin concluyó que la expresión de las
emociones es algo innata y no aprendida, como se creía en su época. Llegó a
esta hipótesis tras estudiar su expresión en los animales superiores, así como
los gestos que hacen de forma instintiva las personas ciegas de nacimiento. En
sus viajes comprobó, además, que estas emociones eran comunes a todas las
culturas y se manifestaban de forma parecida, lo cual le convenció de que las
llevamos “de fábrica”.
En tiempos más actuales se ha intentado enumerar nuestras emociones
básicas, que según el psicólogo social Paul Ekman serían seis: ira, alegría,
sorpresa, asco, tristeza y miedo. El actor brasileño Marcelo Antoni junto con
Jorge Zentner, guionista y escritor argentino, en su libro Las cuatro emociones básicas, además de descartar el
asco y la sorpresa del primer rango, señalan la importancia de reconocerlas en
uno mismo y en los demás:
“Una emoción es información íntima.
Un aviso respecto a qué me está pasando en este momento; un toque de
atención que sitúa a cada uno en el presente, pues está referida a lo que
vivimos y sentimos en este instante concreto. Es un aviso primario con
importantísimas funciones en la conservación, la relación y la socialización
del individuo. Una información que también recibimos internamente, desde
nosotros mismos”.
Los autores hablan de lo que sentimos como “existencia de tránsito”.
Nadie puede anclarse de forma permanente a una misma emoción. Por eso, aunque
hablemos de personas tristes o alegres, en realidad lo que existen son las
situaciones tristes o alegres.
Tomar conciencia de ello permite relativizar lo que
sentimos y no tomarlo como algo definitivo, lo cual es un alivio en el caso de
las emociones negativas. Saber que el sentimiento que nos tortura es temporal y
dará paso a otro, quizá de signo contrario, nos ayuda a relativizar el
sufrimiento.
Una vez se toma posesión de nuestra brújula y somos
capaces de leer lo que sienten los demás y nosotros mismos, ¿cómo gestionar las
emociones? No se trata de meras reacciones a lo que vivimos. También tienen una
utilidad y podemos canalizarlas para optimizar nuestra vida y la de nuestro
entorno.
Comprender nuestras emociones básicas y su utilidad
nos permite dejar atrás lo que ya no nos sirve, tomar conciencia de lo que
ahora necesitamos y proyectarnos de forma mucho más positiva hacia el futuro.
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