Las vivencias de corta duración (alegría, tristeza, etc.) se denominan,
a veces, emociones en el sentido estricto de la palabra, a diferencia de los
sentimientos en tanto que vivencias estables, de larga duración (amor, odio,
etc.). Los sentimientos constituyen una forma especial de reflejar la realidad;
reflejan la relación de las personas entre sí y también entre ellas y el mundo
objetivo.
Los sentimientos del hombre, formados por la sociedad, desempeñan un
papel inmenso en la conducta del individuo, en su actividad práctica y
cognoscitiva. Sin “emociones humanas”, dijo Lenin, no ha habido nunca búsqueda
de la verdad por parte del hombre, no la hay ni puede haberla.
Los sentimientos son señales de que se ha realizado algo con éxito o sin
él, de que los objetos y fenómenos corresponden o no a las necesidades y a los
intereses (Interés) del hombre, y ocupan, por ende, un lugar esencial en la
regulación de la actividad de la gente.
Los sentimientos pueden ser activos (esténicos), de tono emocional
positivo –satisfacción (alegría, etc.)–, y pasivos (asténicos), de tono
emocional negativo –inastisfacción (tristeza, etc.)–.
Los sentimientos esténicos elevan la actividad vital del ser humano; los
asténicos, la disminuyen.
Se distinguen distintos tipos de sentimientos: estados de ánimo, afectos
y pasiones. El estado de ánimo constituye una prolongada (en comparación, por
ejemplo, con el afecto) situación emocional (jubilosa, deprimente, etc.) que
confiere un determinado tono emocional, un determinado matiz a todas las otras
vivencias del individuo, a sus pensamientos y acciones.
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