viernes, 14 de febrero de 2020

La Convicción


A medida que avanzamos por nuestra vida, todos experimentamos distintos tipos de situaciones. 

Y para cada una de estas singulares experiencias hemos aprendido a sacar nuestros propios significados: siendo buenos, malos o indiferentes.

Si cualquiera de estas situaciones se repite, tendemos a generalizar ciertos aspectos sobre ellas empezando a creer en ello como si fueran siempre verdad.

Por ejemplo, si a alguien le muerde por primera vez un perro, puede pensar a partir de esa experiencia que “todos" los perros son siempre peligrosos. Incluso el cachorrito más cariñoso y juguetón.
Entonces, ¿cuál es la función que sirve este mecanismo mental?

Verás, al desarrollar este tipo de generalizaciones nos ahorramos tiempo y energía. Son como pequeños atajos mentales que usa nuestro cerebro para tomar futuras decisiones con mayor velocidad. Esto nos permite realizar nuestras actividades automáticamente sin tener que reaprenderlas cada vez que aparecen de nuevo: bien sea cómo respondemos ante una persona, un perro, cómo abrimos una puerta, conducimos un vehículo o nos abrochamos el pantalón.

Adquirimos nuestras creencias no sólo a través de nuestra propia experiencia sino también por medio de gente que se encuentra en posiciones de poder dentro de las distintas áreas de nuestra vida. Y, sobre todo, esto ocurre mayormente cuando  somos niños. Estas figuras de autoridad suelen ser tanto nuestros padres como también profesores del colegio.


Y puesto que estas personas representan figuras de autoridad para nosotros, adoptamos sus convicciones como si fueran siempre verdad. Este proceso es a menudo útil para nuestra vida, aunque a veces, estos mismos individuos bien intencionados nos presentan creencias que no son tan beneficiosas.Ahora bien, cuando llegamos a ser adultos, podemos empezar a darnos cuenta de que existe una forma mejor de pensar. Podemos decidir, conscientemente, adoptar un modo de procesar el mundo que esté basado en su funcionalidad. Y en cómo nos puede servir en cada instante de la mejor manera para ser felices y sacarle así el máximo jugo a nuestra vida.

Simplemente pregúntate: ¿Cuán útil es este pensamiento? ¿Me sirve realmente para lograr lo que deseo? Si ése es el caso, mantenlo. Si esa forma de pensar te mantiene atrapado en una realidad mediocre, cámbialo rápidamente por otro que sea más beneficioso para ti.

Además, puedes aprender en esta vida de todas y cada una de las personas con las que hables, y cuando descubres que alguien tiene creencias potenciadoras en un área concreta de su vida, puedes entonces importarlas a tu propia realidad. De igual modo, asegúrate de que bloqueas en todo momento cualquier pensamiento limitante que alguien intente en vano inculcarte.

Explora e identifica continuamente tus propias convicciones sobre las distintas situaciones y contextos de tu vida. Y te menciono esto porque algunas veces las personas califican erróneamente sus sentimientos y desarrollan como resultado de ello unas creencias equivocadas.  ¿Has caído tú alguna vez en esta trampa?

Desarrolla pues el hábito de eliminar aquellas convicciones que ya no tienen utilidad para ti mientras las reemplazas rápidamente por otras que iluminen mejor tu actual realidad. Y acostúmbrate, a partir de hoy, a potenciar cada día todas aquellas creencias que aún te aportan gran valor  y beneficio, ayudándote no sólo a disfrutar todavía más de tu propia existencia sino a mejorar y enriquecer también la vida de los demás.


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