martes, 4 de febrero de 2020

Grandeza De La Humildad

La humildad es una virtud que hoy está mal entendida y subvalorada. Inclusive, lo más común es que se confunda con “humillación”. Sin embargo, la humildad es la virtud por la cual una persona sabe cuál es el lugar que le corresponde, reconociendo sus cualidades, capacidades y, por supuesto, identificando sus propias limitaciones. Es ser realista y además, así uno sea el mejor del mundo en algo, ser humilde implica mantener en el ámbito de lo razonable las ansias de reconocimiento, adulación, honor y fama. Bajo ninguna circunstancia implica sentirse menos o dejar que lo pisen. Es saberse digno de ser valorado como ser humano y además, saber valorar al resto por esa misma dignidad.

Hoy la humildad no es fácil de cultivar, sobre todo en los ámbitos empresariales y en una sociedad en la que los más jóvenes han sido educados con mayores oportunidades de aprendizaje, sostenidos por una cultura de falsa excelencia donde el valor de una persona está puesto muchas veces ahí donde llegan sus éxitos profesionales. ¿Cómo no sentir el ego inflado cuando se escala en la pirámide jerárquica de una compañía cuando eso es para muchos la unidad de medida del triunfo?

Sin embargo, sin menospreciar el éxito profesional —que es muy bueno obtenerlo y seguramente se ha logrado con mucho esfuerzo— lo que hace la humildad es ayudarnos a mantener dichas conquistas en el lugar que les corresponde, siendo conscientes, además, de que eso no nos hace más que otros compañeros de trabajo y mucho más importante, no nos haría menos el no haberlos obtenido o perderlos.

¿Cómo trabajar la humildad?

Es una virtud que debe cultivarse continuamente y más aún cuando uno va creciendo materialmente en la vida. Algunas pautas que ayudan a no perder de vista lo realmente esencial y valioso son:
Reconocer las limitaciones propias con el fin no de tirarse al abandono si no de luchar por superarlas.
No compararse con otras personas ya que todos somos distintos. Cuando uno se compara siempre cabe la posibilidad de salir perdiendo.

Aprender a respetar la autoridad, ya sea natural o impuesta por una jerarquía empresarial. Muchas veces pensamos que sabemos más que nuestro propio jefe. Y puede que sea así, pero la humildad está en saber que precisamente es nuestro jefe. Del mismo modo, debemos reconocer que hay personas que saben más que nosotros y podemos aprender de ellos, así nosotros seamos sus jefes. La autosuficiencia nos hace menospreciar a los demás y nos convierte en soberbios.
 
En caso tengamos personas a nuestro cargo, ser humilde es no imponerse sobre ellos, sino más bien ayudarles a desarrollar sus talentos para bien suyo y de la empresa. También debemos buscar que esas personas tengan éxitos reconocidos. No hay mejor jefe que aquel que sabe identificar en su equipo el trabajo bien hecho y que ha contribuido a que uno mismo logre los objetivos. Ser humilde es tener la certeza de que uno solo no es quien logra las cosas.
 
Cuidarnos del perfeccionismo. Es un enemigo acérrimo de la humildad que más tiene que ver con el deseo inmaduro de colmar expectativas que con el trabajo bien hecho.
Evitar tirar en la cara del resto nuestros éxitos. No hay nada más detestable que un fanfarrón.
Finalmente, la mejor manera de trabajar en ser cada vez más humildes es saber identificar esos ámbitos en los que somos más débiles y podemos caer. Por ejemplo el querer tener cosas mejores que las de los demás, querer ser siempre el primero en todo, entre otros.

Por la humildad, el hombre reconoce y acepta con sencillez quién es realmente pero sin dejar de lado su grandeza y dignidad, lo que lo aleja de la humillación. Ser humilde es una virtud de los grandes. Por eso es tan difícil hacerse de ella.

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