Muchas veces ocurre que se nos presentan problemas y obstáculos que nos
detienen y no sabemos manejar de forma apropiada por diferentes razones.
Estos pueden presentársenos bien sea en la actualidad o para nuestro futuro.
Esto sucede siempre en nuestras vidas como algo normal puesto que
la vida está llena de obstáculos, y como muchos dicen nada es fácil y todo
requiere de trabajo y esfuerzo. A todos se nos presentan diariamente en el
trabajo, al lidiar con otras personas o en algún punto de nuestra vida.
Estos pueden ser bien sea una ruptura, algún examen en la facultad, la
toma de una decisión importantes, el desempleo entre otros. Unos más
complicados que otros pero al fin dificultades que nos suceden.
Estas dificultades u obstáculos pueden suceder tanto en nuestro entorno
como también presentarse en una batalla interna, ambas con la misma importancia
porque al fin y al cabo estamos lidiando con ellos y nos causan
preocupación.
Esto los vemos como barreras que no nos permiten avanzar en
nuestro camino del día a día, provocando que nos atasquemos por momentos en
dicho problema sin ver lo demás que está ocurriendo en nuestra vida y
muchas veces tampoco podemos encontrar la solución de forma rápida y no logramos
concentrarnos como quisiéramos.
Siempre estamos planeando nuestra vida, teniendo metas y tomando
decisiones, pero estos obstáculos aparecen muchas veces cuando menos
lo esperamos como si fueran pruebas que debemos superar para obtener eso que
más anhelamos.
El éxito solo se consigue superando obstáculos. Lo que le ocurre a la
gente con geniales ideas, grandes proyectos, y fantásticos sueños, es que se
detienen ante los obstáculos. No perseveran en superar los obstáculos.
Piensan “me equivoqué con esta idea, no puede hacerse” y abandonan.
A cada instante, la vida nos desafía a superar obstáculos, enfrentando
nuestras debilidades e inseguridades. A veces, tenemos la impresión de que
jamás conseguiremos realizar la tarea, pues nos olvidamos del poder interior
que nos es inherente.
Éste poder siempre existió, pero a lo largo de nuestro crecimiento, fue siendo sofocado por las creencias negativas que nos inculcaron. La principal de éstas es la de que somos incapaces de vencer nuestras propias limitaciones y, al incorporarlas, asumimos una postura de timidez y encogimiento.
Desconstruir esa imagen de derrota y reemplazarla por una confianza inquebrantable, no es una tarea fácil. Pero tenemos, si, el poder de hacerlo, si tenemos el coraje de ir al encuentro de aquello que nos impone el miedo.
Salir de la parálisis solo puede ser posible si aún existe en nosotros una parcela, aunque sea mínima, de vocación para la felicidad. Será esa pequeña llama, que nos impulsará a enfrentar lo que sea preciso para salir del estado de sufrimiento y descreimiento.
Nada puede ser más compensador que entregarse a esta posibilidad y descubrir que el esfuerzo valió la pena, que los fantasmas que nos aterrorizaban la mente eran apenas eso, sombras, a las cuales les atribuimos gran poder durante mucho tiempo.
Pero la verdadera fuerza, aquella que emana de la dimensión espiritual de nuestro ser, solo puede ser descubierta a partir del momento en que tomamos la firme decisión de creer en su existencia. No alimentar más las dudas e incertezas es el paso decisivo para que experimentemos finalmente un estado permanente de alegría y serenidad.
Éste poder siempre existió, pero a lo largo de nuestro crecimiento, fue siendo sofocado por las creencias negativas que nos inculcaron. La principal de éstas es la de que somos incapaces de vencer nuestras propias limitaciones y, al incorporarlas, asumimos una postura de timidez y encogimiento.
Desconstruir esa imagen de derrota y reemplazarla por una confianza inquebrantable, no es una tarea fácil. Pero tenemos, si, el poder de hacerlo, si tenemos el coraje de ir al encuentro de aquello que nos impone el miedo.
Salir de la parálisis solo puede ser posible si aún existe en nosotros una parcela, aunque sea mínima, de vocación para la felicidad. Será esa pequeña llama, que nos impulsará a enfrentar lo que sea preciso para salir del estado de sufrimiento y descreimiento.
Nada puede ser más compensador que entregarse a esta posibilidad y descubrir que el esfuerzo valió la pena, que los fantasmas que nos aterrorizaban la mente eran apenas eso, sombras, a las cuales les atribuimos gran poder durante mucho tiempo.
Pero la verdadera fuerza, aquella que emana de la dimensión espiritual de nuestro ser, solo puede ser descubierta a partir del momento en que tomamos la firme decisión de creer en su existencia. No alimentar más las dudas e incertezas es el paso decisivo para que experimentemos finalmente un estado permanente de alegría y serenidad.
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