El propósito -creo yo- de todo proceso terapéutico,
es ir abordando el camino hacia el Sí Mismo Superior, es decir, hacia esa parte
de nosotros mismos que anhela trascender mientras intenta comprender cuál es su
función a favor del prójimo. Habitualmente partimos de un lugar simple: de un
problema personal o de un sufrimiento mundano -cosa totalmente legítima- con el
fin de contactar con el Sí Mismo Auténtico, ése que se encuentra escondido
detrás de nuestro personaje.
Todos usamos máscaras en la vida cotidiana, es la
imagen positiva pero falsa, de cada uno de nosotros. Por debajo, reside la
sombra. Contactarse con el Sí Mismo Auténtico, no nos garantiza un estado de
dicha o beatitud, sino simplemente la posibilidad de vivir nuestra vida con los
dolores y las alegrías sin tener que ocultarlos.
Desde niños, hemos aprendido a vivir una fachada
para no hacer enojar a nuestros padres o para responder a lo que ellos
esperaban de nosotros. Por eso, ahora será necesario modificar los
condicionamientos que arrastramos desde entonces.
Quienes acompañamos procesos de encuentro con la
propia sombra, sabemos que a menudo nos encontramos “dando permiso” a otro
adulto para que se otorgue el derecho de vivir como quiera, sin continuar
respondiendo a los deseos inconscientes de mamá o papá.
Es posible que haya partes de su sí mismo que no
fueron reprimidas pero que sencillamente nadie estimuló. Hay personas que
necesitan permiso para autoafirmarse, otras para reconocer sus aspectos más
vulnerables. En todo caso, hacerles ver que lo que sea que encuentren en su
interior, es válido y merecen vivirlo, puede ser el primer paso para conectarse
nuevamente con las partes del sí mismo que habían rechazado.
Ahora bien, incluso en este proceso de contactar
con el Sí Mismo Auténtico, no tenemos garantizado el contacto con el Sí Mismo
Superior. Mirar nuestra sombra no trae implícito la trascendencia ni la fusión
con la Totalidad. Hay aún mucho camino por recorrer.
Cuando sentimos que estamos hechos de la misma
esencia que el resto del Universo y que formamos parte de algo más vasto que
nosotros mismos, el Sí Mismo Superior nos anima a usar nuestra energía en aras
de algo mayor. Es allí cuando nos vemos inclinados por el servicio.
Todo esto parece bonito pero requiere muchísimo
trabajo y dedicación. También es preciso reconocer cuándo la espiritualidad
funciona como un refugio infantil, en lugar de ser consecuencia de haber
entrado en contacto -previamente- con el Sí Mismo Auténtico.
Muchas personas -en nombre de la espiritualidad-
reprimimos lo que creemos que hay de negativo en nosotros. Pero en esos casos,
no será posible trascender ni dominar nada, ya que simplemente, estamos
asustados. Hay una delgada línea, entre trascender y reprimir. Es ridículo
creer que dominamos algo cuya existencia hemos negado.
Antes tenemos que haber aceptado el dolor, la
rabia, la frustración o lo que sea, porque son partes de nuestro sí mismo.
Tenemos que convivir con nuestra sombra, con el desamparo, con el dolor por
aquello que no obtuvimos o por la esperanza que mamá nos quiera tal como
hubiéramos necesitado.
Desde mi punto de vista, es indispensable que
transitemos los aspectos oscuros de nuestra identidad, de la mano de alguna
persona experimentada, generosa, sabia y contemplativa.
La construcción de la biografía humana es una
manera posible. No es la única ni la mejor.
Todos los sistemas de indagación, funcionan como
“hojas de ruta” para guiarnos en el proceso hacia el conocimiento interior. Una
vez abordada nuestra historia personal y nuestro entramado familiar, el rol que
hemos ocupado, los beneficios de nuestro personaje y los juegos vinculares;
entonces sí, en profunda comprensión de nuestra realidad emocional, quizás
estemos en condiciones de trascender, poniéndonos al servicio de la humanidad.
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