viernes, 7 de febrero de 2020
Insoportables
¿Cuántos días de esos en los que no nos soportamos ni entendemos a nosotros mismos le caben a la vida?
¿Cuántas veces estará la mente preparada para repetirnos que todo está mal?
Hace poco me puse a pensar en los malos ratos, pero desde afuera de ellos, como un testigo que ve la escena de una obra de teatro, sin vivirla, y que desde afuera puede ser más objetivo porque no está sintiendo nada. Y entonces pienso: A veces somos arco iris y una mañana soleada, y a veces parecemos una tarde gris y una noche nublada, pero a todos nos pasa. Estar vivos, es lo que nos pasa.
Y es en los malos momentos, en esos en los que ya ni siquiera le echamos la culpa al mundo sino nos la echamos a nosotros mismos, que nos ponemos insoportables, tan insoportables que hasta evitamos los espejos porque definitivamente en ese instante no quisieramos vivir donde vivimos: dentro de nosotros.
Lo maravilloso de analizar los malos ratos desde afuera, y comprender que a veces somos poderosos y creemos en nosotros; y que así mismo a veces somos tan pequeños que nadie logra siquiera vernos y no creemos ni en nuestro nombre, ni en nuestras ideas; es entender que nos pasa porque la vida se hizo así, hemos sido diseñados para vivir los más maravillosos y los más insoportables días y la verdad es que sin los momentos insoportables, no sabríamos realmente cuáles son los momentos por los que vale la pena levantarse y seguir siempre adelante. Yo por mi parte, suelo ser insoportable, quizás más que el promedio de todos nosotros, y lo sé porque sencillamente todas las cosas que pasan alrededor mío, a mis seres queridos, a mis conocidos y a mi misma, me afectan más que al resto. Me dejo tocar más por el universo, por sus intenciones, por los sueños cuando veo que se pulverizan y plop! Tienes que arrancar de nuevo! Y sé que es en esos ratos, en los que las cosas no salen como las quisiera que me torno realmente insoportable. Todos los que vivimos soñando sabemos que caernos nos sale más caro, pero aún así no dejamos de hacerlo porque vivir para verlo todo desde arriba es una delicia; y a la tierra bajamos para caminar y dar pasos que ya tenemos planeados.
Así que, viéndolo todo desde afuera, pensando en esos malos momentos que todos vivimos, y que a veces nisiquiera son tan malos sino que nosotros los hacemos peores, estoy aún más convencida de lo maravilloso que es estar vivo y ser un ser humano al que las cosas le duelen, le importan, lo hacen pensar, dudar, tener miedo, emocionarse y a veces gritar. Y que si eso es ser insoportable, lo seguiré siendo en ocasiones cuando la vida me pida salir de mi zona de confort y tenga que reprogramar todo lo que la cabeza ya tenía pintado.
Pero más allá de todo esto, y de que juntos caigamos en cuenta de como todos, a nuestra manera, somos en ocasiones realmente insoportables, porque así sentimos la vida, quiero que se lleven algo más lindo aún y es el hecho de seguir teniendo el amor de quienes de verdad nos aman en esos momentos de tormenta. Porque como he leído por ahí: nadie que no te acompañe en lo oscuro, merece tu luz. Y por eso es que cuando somos insoportables es cuando más atención debemos ponerle a quien nos tiene cerca, ya sea en silencio o con palabras de aliento, y a quien se queda ahí simplemente para mostrarnos que está ahí o para ayudarnos a levantar. Pero el amor, cuando ama lo insoportable de nosotros, es cuando tiene posibilidades de ser eterno, de lo contrario es solo una llama que se apaga fácil. No puedes amar solo las risas del otro, ni las noches de fiesta, ni los días de abundancia. Tienes que vivir con el otro sus más grandes defectos, su tempestad, su cuarto oscuro, sus días insoportables y estar ahí, seguro de no querer irte porque sabes que como humanos venimos en pedacitos a encontrar alguien que ame todas nuestras piezas.
A veces, muy de vez en cuando, suelo ser insoportable y es ahí cuando encuentro las mejores razones para no perder la magia: los ojos de quienes se quedan porque nos aman así como somos, y nos aman cuando volamos y nos esperan cuando caemos.
Somos, muy de vez en cuando, insoportables, y es porque estamos vivos, y qué maravilla que es estar vivo y sentir, y dejarnos caer para conocer el fondo y tomar la mano de otros y volver a salir, y entender que a veces somos una noche nublada pero que siempre, siempre amanece.
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