Cuando ya hemos
adquirido conocimiento, cuando podemos diferenciar entre acciones
constructivas y destructivas, cuando somos capaces de sostener acciones
conscientes y nos volvemos un poco más sabios, cuando conocemos la verdad, ya
somos responsables por lo que hacemos y sostener nuestra coherencia entre lo
que pensamos, decimos y sentimos nos conduce a la impecabilidad de nuestras acciones.
Somos responsables de
esta impecabilidad incluso en nuestros pensamientos más íntimos, en nuestros
diálogos internos; es nuestra Conciencia la que nos está observando y ella es
suficiente para sostener esa actitud como modo de vida.
La impecabilidad se
manifiesta en acciones conscientes, respetuosas, amorosas y honestas aún,
cuando ninguna otra persona esté observándonos; aún en nuestros espacios de
silencio. Lesionamos la impecabilidad cuando, conociendo las consecuencias
dañinas de nuestras acciones, igualmente las llevamos a cabo.
La impecabilidad nace
en nuestro corazón y se transforma en una guía para nuestra evolución como
seres humanos espirituales y para alcanzar la paz cotidiana y sustentable.
Para ejercitar nuestra
impecabilidad de todos los días, nos alcanza la observación de nuestras
acciones simples, tales como el uso del agua, la energía en cualquiera de sus
formas, el tratamiento de los residuos orgánicos e inorgánicos; la ecología de
las relaciones interpersonales (por ejemplo, el tema de movernos con la verdad
en la mano en la convivencia cotidiana y profesional),
No hay comentarios:
Publicar un comentario