Hay situaciones que son parte de la vida y que pueden ocurrir en forma
sorpresiva o impredecible. Puede tratarse de una enfermedad imprevista, un
accidente fortuito o un acto inesperado de la naturaleza.
Esos actos no están bajo nuestro control y motivan muchas veces muestras
de interés de personas no afectadas directamente. Sabemos que ante una enfermedad
suele surgir el apoyo de la familia, de los amigos o de las personas
involucradas. Ante un acto de la naturaleza, como una tormenta, un huracán o un
terremoto, nos conmueve la solidaridad y el apoyo de los vecinos, amigos y
hasta de personas desconocidas que aparecen a ayudar.
Los terribles acontecimientos recientes en Haití, por el gravísimo
terremoto, han llevado a una reacción masiva de todo el mundo, enviando bienes,
dinero y ayuda personal de todo tipo.
El aeropuerto de Port-au-Prince no se daba abasto para recibir a los
vuelos internacionales que llegaban con ayuda y socorristas.
Las desgracias, como la ocurrida en Haití, son
penosas y dramáticas. Son también una oportunidad para que afloren sentimientos
de solidaridad que en este caso la clase médica está demostrando con creces
desde un inicio.
El trabajo es arduo y el problema inmenso, pero la
solidaridad y la voluntad de ayuda están permitiendo mitigar el dolor de miles
de personas afectadas, haciendo honor a la máxima de compartir para progresar.
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