Este es un tiempo elástico, de cronología incierta, de períodos no uniformes ni iguales, cuya duración está determinada por las circunstancias que atraviesa el medidor.
No es, sin embargo, un tiempo ficticio ni artificioso porque asienta su realidad en las honduras del alma en donde se manifiesta como sensación palpable e influyente. Es el tiempo tal cual lo sentimos en nuestro yo único y personal. Por eso decimos que los años de la infancia transcurren lentos y largas son las extensiones de su marcha mientras que los de la edad adulta, cortos y veloces, corren en desaforado galope hacia su inexorable y azaroso final.
Para su mejor estudio, los historiadores han dividido la historia del mundo en eras para la remota antigüedad geológica y en edades para épocas más cercanas. Ambas son mensuras del tiempo, pero mientras en la primera se basa exclusivamente en el tiempo físico (el tiempo de los astros que pueblan el universo, podríamos decir), en la segunda entran tanto este último como el tiempo de los hombres, es decir, el tiempo que viven los hombres según su propia subjetividad.
Como el hombre es por naturaleza gregario, lo que supone que sólo puede vivir y desarrollarse dentro de las comunidades que conforma, cuando hablamos del tiempo de los hombres, estamos refiriéndonos al tiempo de las sociedades que los aglutinan, llámense tribu, clan, nación, en épocas que van desde la remota prehistoria hasta la creación del Estado Moderno, entre los siglos XlV y XV, cuando los reyes respaldados por la burguesía aprovecharon la crisis del feudalismo para retomar su poder, conformándose una nueva forma de organización de la sociedad occidental que cuenta entre sus componentes constitutivos fundamentales el territorio, sus fronteras geográficas y el elemento síntesis por excelencia, la soberanía nacional.
Operan en el Estado Moderno organismos que son fundamentales para materializar el poder soberano de los mismos y que desempeñan funciones de interés público como son las Fuerzas Armadas asignadas a la función Defensa. Reina actualmente entre los estudiosos e investigadores de las diversas disciplinas un palpable espíritu de convergencia, alejado de toda exclusión y refractarias soberbias. Hasta la filosofía y la religión encuentran fronteras comunes al igual que las ciencias llamadas duras con las sapiencias humanísticas. Esto viene a reactualizar lo sostenido por el presocrático Anaxágoras cuando decía que todo tiene que ver con todo, que nada puede existir aislado.
He aquí, por un extendido carácter transitivo, como se conectan el vago concepto de tiempo con el concreto de Defensa y Fuerzas Armadas, lo cual justificaría de algún modo la inclusión en los textos navales de la materia de un breve análisis de la esencia del tiempo antes de encarar el específico de su medición.
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