El ser humano busca certezas, pero no lo puede lograr sino a través de
la duda. El dardo de la duda es el acicate que estimula la reflexión y permite
hacer preguntas esenciales y poderosas, como demostró ampliamente Sócrates con
su Mayéutica, o Descartes con su propuesta de la duda metódica. Quien no duda no se
pregunta, quien cree tener la verdad completa obstruye la senda del
conocimiento.
“Dudar permite frenar la precipitación del juicio y las acciones que son
mera reacción. Quien duda considera y reconsidera, pesa y sopesa, discierne y
distingue, en una palabra, hace que su vida sea resultado de la elección y no
esa inercia de quienes se pierden en el coro aborregado de la sociedad”,
expresó Óscar de la Borbolla en su libro El arte de dudar.
“Dudar de uno: no creerse capaz o no creerse digno le quita al ser
humano esa apariencia feroz que ostentan las locomotoras o la gente dogmática
cuando, seguras y potentes, van a toda velocidad hacia donde los inmóviles
rieles del destino las guían”.
Del filósofo chino, Hu-Ssong, se cuenta la siguiente anécdota mientras
hablaba con sus discípulos. Le dijo uno: “Maestro: tengo muchas dudas.
Aprenderás bastante - le respondió Hu-Ssong. Otro le dijo: Maestro: no tengo
ninguna duda. Jamás aprenderás nada - le indicó el maestro. Y explicó: El que
duda busca; el que no duda piensa que lo ha encontrado todo ya, y entonces deja
de pensar.
La incertidumbre del que duda enseña más que la certeza del que cree
saberlo todo. La duda nos hace humildes; de la absoluta certidumbre nace la
soberbia.
Tienes razón - dijeron los alumnos. Y Hu-Ssong contestó: Lo dudo”.
¿Practico el arte de la duda? ¿Planteo preguntas esenciales y
poderosas? ¿Me encierro en dogmatismos?
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