Nada en el mundo reemplaza a la persistencia, ni siquiera el
talento. Es la cualidad que le da consistencia al carácter, la virtud que
va de la mano con muchos logros. La persistencia es capaz de establecer un
puente entre nuestra mente consciente y la subconsciente, y cuando
esto sucede tenemos un puente directo al éxito. Modulado por otras variables,
como la inteligencia a la hora de dirigir esta voluntad, eso sí.
Lo normal en nuestra vida es que los objetivos no se cumplan a la
primera, siempre nos encontramos el camino lleno de obstáculos. A medida
que vayamos desarrollando nuestra persistencia, encontraremos soluciones
alternativas y veremos cada obstáculo como una experiencia, cambiaremos así de
perspectiva y nos ganaremos la posibilidad de aprender de ello.
A menudo, tenemos las herramientas para conseguir nuestros objetivos,
pero no lo conseguimos porque nos falta esa fuerza de voluntad, o
persistencia. Entrenar la voluntad reduce la tasa de ejecución de los
impulsos negativos del 70% al 17%. Un estudio de la Universidad de Chicago,
realizado por el psicólogo Wilhelm Hofmann, demostró que cuando las
personas ceden a un deseo o impulso, lo ejecutan aproximadamente el 70% de las
veces, mientras que cuando se resisten los ejecutan solo el 17%. “Es
decir, tirar de voluntad frena más del 80% de los impulsos no deseados”, explica
el especialista.
La ausencia de voluntad hace que cuando tengamos que tomar una decisión
nos pueda lo inmediato, que pensemos únicamente en los beneficios
presentes, no tengamos en cuenta las consecuencias y no veamos más allá de
nuestros instintos.
“La paciencia, persistencia y transpiración son una combinación
indestructible para el éxito”
-Napoleón-
Las caídas y las crisis son inevitables. Los problemas a
los que nos enfrentamos, con más o menos frecuencia, son proveedores de
oportunidades para el crecimiento personal. Ellos nos motivan a adquirir
recursos y habilidades como medio para encontrarles una solución. Muchas veces
también son ellos los que nos sacan de nuestra zona de confort y nos plantean
desafíos inevitables ante los que por voluntad propia nunca nos presentaríamos.
Así, para afrontar estas situaciones, es
importante interpretar los problemas como una oportunidad y no como un
problema. Los estilos de afrontamiento más adecuados son aquellos que nos
mantienen activos, ayudándonos a definir las causas del problema e identificando
sobre cuáles podemos intervenir para solucionarlo.
Lo único que realmente podemos controlar es cómo respondemos a las
dificultades. Cada vez que lo hacemos de manera positiva y constructiva nos
volvemos más fuertes, y somos capaces de afrontar de mejor manera el siguiente
problema o crisis que aparezca en nuestra vida. Epícteto, filósofo de la
escuela estoica, escribió “Las circunstancias no hacen al hombre. Ellas,
solamente lo revelan ante sí mismo”.
“Tal vez te topes con muchas derrotas, pero no serás derrotado. De
hecho, tal vez necesites enfrentar esas derrotas para que puedas saber quién
eres, cómo te puedes levantar y cómo podrás salir de ahí”
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