“El fin de la educación no es hacer al hombre rudo, por el
desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo para
vivir bueno y útil en él”
José Martí
José Martí
“Nuestro estudio no tiene como los otros, un fin
especulativo: si hemos emprendido esta investigación, no es para llegar a saber
qué es la virtud -en tal caso, nuestro estudio sería inútil-, sino para llegar
a ser bueno”
Aristóteles
Aristóteles
Los diferentes puntos de vista acerca de la Educación en
valores están relacionados a interrogantes como: ¿qué son los valores?, ¿qué es
la valoración?, ¿qué relación existe entre la educación en valores y el
proyecto educativo?, ¿es tarea de la Universidad formar valores?, ¿cómo podrá
la Universidad medir la formación y el desarrollo de valores profesionales?
Estas preguntas si bien no agotan las inquietudes y preocupaciones existentes,
al menos introducen el análisis de los valores en la formación profesional.
Muchas de estas preocupaciones acompañan al mundo actual de
modo más general, se habla de crisis de identidad, de fe y de epistemología. De
identidad por la ausencia de un sentido claro de pertenencia y por la carencia
de proyectos comunes unificadores; de fe, por la incapacidad de creer en algo,
por la imposibilidad de cambio y la falta de confianza en el futuro y; epistemológica,
por la supremacía del conocimiento y la razón, que se expresa en una
racionalidad instrumental-administrativa-gerencial, capaz de aplastar lo
afectivo y sentimental.
Algunos afirman que vivimos en una sociedad sin valores;
otros que han aparecido nuevos valores asociados al nuevo paradigma
socioeconómico y cultural; también hay quien dice que el problema está en la
existencia de multivariedad de valores, lo que produce confusión y
desorientación en la actuación y valoración de los seres humanos. Quizás esté ocurriendo
todo ello, valdría la pena abordar el asunto teniendo en cuenta que en todas
las sociedades y en las diferentes épocas el hombre como guía ha tenido que
enfrentar sus propios retos de desarrollo, ¿por qué no podría hacerse ante el
acelerado desarrollo científico-tecnológico y la globalización del mundo
actual?
No obstante a esta realidad, no es ajeno el hecho de que
existen cuestiones no resueltas en la comunicación y en la vida de los hombres,
en su educación, en su calidad de existencia, que impiden el desarrollo de una
personalidad integral y adecuada a la sociedad en que ésta se despliega.
El estudio sobre el comportamiento humano ha sido y es
interés de diferentes ciencias: la filosofía, la psicología, la sociología y la
pedagogía, las que desde sus diferentes objetos de estudios enfocan su campo de
acción. Así los debates pueden ser desde los distintos puntos de vista. No
obstante, el objetivo común está en la comprensión e interpretación de los
porqué de las actuaciones de los seres humanos, para lograr orientar el
comportamiento humano hacia las tendencias más progresistas y desenajenantes de
la humanidad, su crecimiento espiritual y material, todo ello dentro de los
requerimientos que impone la sociedad, de ahí que, en el centro de su análisis
se hallen los conflictos entre el ser y el deber ser, y derivado de ello entre
el hacer y el saber hacer.
Por otro lado a partir de los diferentes enfoques
científicos existen disímiles concepciones, que expresan la complejidad del
fenómeno, su carácter multilateral, sistémico y contradictorio, pero que de
igual manera contribuyen a avanzar en el esclarecimiento de su alcance.
La comprensión de ¿qué son los valores?, ha sido objeto de
reflexión y polémica por los más relevantes filósofos hasta la actualidad. El
objetivismo y el subjetivismo como corrientes axiológicas son expresión de
ello, manifiesto en “si el hombre crea el valor o lo descubre” (Guervilla,
1994; 31).
“El valor como el poliedro posee múltiples caras y puede
contemplarse desde variados ángulos y visiones, desde una posición metafísica,
los valores son objetivos: valen por sí mismos; desde una visión psicológica,
los valores son subjetivos: valen si el sujeto dice que valen; y desde el
aspecto sociológico, los valores son circunstanciales: valen según el momento
histórico y la situación física en que surgen” (Guervilla, 1994, 32). Por
supuesto que con ello no se puede concordar, es necesario integrar todas las
posiciones científicas en una concepción única y coherente, puesto en cada uno
existe una verdad.
Entender el valor como la significación socialmente positiva
(Fabelo, 1989) es verlo contribuir al proceso social, al desarrollo humano.
Esto quiere decir, que la significación socialmente positiva del valor está
dada por el grado en que éste exprese realmente un redimensionamiento del
hombre, de las relaciones en que vive, y no de sujetos aislados, grupos o
clases sociales particulares. Esta objetividad del valor trasciende los
intereses particulares, para ubicar en el centro al hombre como género. Pero
ello no es suficiente, pues su objetividad depende de la subjetividad y su
carácter social, de la individualidad, y viceversa, quiere decir, que en el
centro de la comprensión de los valores están las relaciones entre lo objetivo
y lo subjetivo y entre lo individual y lo social.
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