Cuando era niño sentía una peculiar inclinación por
las historias que nos solían contar los adultos cercanos a la familia,
especialmente aquellas que se referían a los mensajes que se recogían en las
playas dentro de botellas, que luego de ser transportadas por las olas del mar,
quien sabe desde dónde, una vez que eran recogidos, generalmente por las manos
anónimas de algún pescador que transitaba por sus costas , exponían ante
nuestros ojos impávidos mensajes de náufragos perdidos en alguna remota isla,
coplas de viejas canciones, poemas, promesas de amor eterno y su anhelo
esperanzador de un posible reencuentro.
Ahora, después de tanto tiempo recorrido, continúo
con esa sensación de incertidumbre que imaginaba en el ánimo de quién introducía
su mensaje en el interior de una botella que luego depositaria en las aguas del
mar con la esperanza de que pudiera ser recogido en alguna lejana orilla quien
sabe dónde.
Es el mismo sentimiento el que nos embarga cada vez
que editamos algún artículo en nuestras páginas y a las que le adjuntamos un
esperanzador enlace en las redes sociales, una vez que le publicamos, nuestro
mensaje comienza su peregrinaje por los medios electrónicos de la web, ese
inmenso mar virtual donde podrá ser recogido por algún navegante que le recoja
y le permita a su contenido concretar ese encuentro íntimo e insustituible de
quien escribe y su ocasional lector.
Esa es nuestra alentadora esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario