En otro contexto, la palabra cultura se utiliza sin embargo para
describir un todo que parece determinar el comportamiento de la
persona, utilizándose para aclararnos que eso que no comprendemos es normal en
"su cultura"... Vemos cómo el término cambia de acepción
representando conceptos bien diferentes que cobran sentidos distintos en
situaciones distintas.
Los antropólogos, la gente que estudiamos la cultura, las
distintas formas de ser, de sentir y de pensar llevamos más de un siglo
enredados en este debate sobre qué es la cultura; y seguimos en ello. Si bien
no hay atisbos de que se resuelva pronto, hay algo en lo que estamos bastante
de acuerdo: no hay una cultura, sino que hay varias culturas. De
hecho, hay muchas... ¡muchísimas!, pues si hay algo que caracteriza a la
cultura es precisamente su diversidad.
Constitutivamente la cultura es diversa. Cada uno de nosotros la utiliza
para vivir de forma original y genuina. Decir cultura no es decir colectivo.
Cantando, pensando, jugando, rezando, comiendo o haciendo cualquier cosa
estamos expresando nuestras formas de ser, de sentir y de pensar:
estamos expresando nuestra cultura. ¿Cómo la expresamos? Poniendo en juego una
serie de formas culturales escogidas a las que les damos uso y con las que nos
identificamos: nos vamos haciendo a nosotros mismos en la práctica de las
acciones del día a día.
En ese uso que le damos al vivir la reutilizamos de forma diversa,
creando nuevos estilos de interpretar y formas distintas de hacer las cosas.
Cuando las ponemos en práctica nos identificamos no sólo con nosotros mismos
-para reconocernos-, sino con los otros. Este acto de
identificación y de construcción de uno mismo no es un camino que
se recorra sólo en un sentido, pues nos hacemos a nosotros relacionándonos con
los demás, pero los demás también se hacen relacionándose con nosotros.
Cada uno de nosotros somos únicos en nuestro hacer. Es precisamente este
genuino uso lo que nos advierte que no somos como el de al lado, y que no
hay nadie exactamente igual a nosotros: ni mejor ni peor, sólo
distinto. Las personas no somos contenedores de cultura, sino sus
usuarios.
El pensar que nuestra cultura podría llegar a determinarnos en nuestro
comportamiento como ser humano nos hace decir cosas como "un chino
es..." o "un gallego diría...". Esta forma de hablar descubre
formas de pensar con las que debemos tener cuidado, pues nos estamos refiriendo
a un estereotipo con el que equivocadamente -y
peligrosamente- pensamos sobre los demás.
Estamos pensando precisamente que la cultura -china o gallega- nos
determina hasta el punto de acabar siendo de una única forma posible. Los
grupos no son homogéneos, son diversos. Además, la cultura no es diversa porque
haya muchos grupos, sino porque cada grupo es igualmente diverso en
sí mismo.
Si no queremos verlo estaremos negando la realidad plural, compleja y
rica en la que vivimos; esto es, la diversidad cultural que
precisamente nos caracteriza como raza humana. Las contradicciones, los
acuerdos, las negociaciones, las rectificaciones... en definitiva, colaborar y
vivir. Eso es cultura.
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