Vivimos poniéndonos objetivos a lo largo de nuestras vidas, unos más
importantes que otros, como una manera de obligarnos a cumplir nuestras
responsabilidades y sentirnos bien con nosotros mismos.
Cuando no los logramos, nos acecha una sensación de culpabilidad, acusando a nuestra falta de fuerza de voluntad y autocontrol. ¿Qué papel juegan verdaderamente?
La fuerza de voluntad se utiliza para una variedad de temas: en la toma
de decisiones que sabemos son correctas, como limitar lo que comes, maximizar
tu rendimiento en el trabajo, la universidad o el colegio, ser bueno con el
prójimo, manejar seriamente tus finanzas, etc. Esta es la fuerza para resolver
nuestros conflictos internos y hacer lo correcto.
Aunque no lo crean, depende también de nuestras fuentes de energía
diaria. Empieza por la mañana siendo muy potente, pero conforme pasa el día y
nuestras tareas se incrementan, se va agotando. Por eso ocurre que a veces por
las noches llegamos a casa de mal humor, sin ganas de hablar y con el apetito
de un león enjaulado, sobre todo si fue un día complicado. Por otro lado, el
autocontrol es la forma de actuar o de cambiar tus respuestas habituales, la
acción que determina una buena acción en dirección a tus metas.
Sé que puede parecer fácil determinarse a lograr lo que queramos, pero
¿cuáles son los mecanismos internos o emocionales que nos sabotean para no
lograr lo que nos proponemos? La razón más contundente es que muchas veces nos
imponemos metas poco realistas.
La fuerza de voluntad es limitada, por lo tanto, desperdiciarla en
búsqueda de objetivos poco realistas solo hará que disminuya la capacidad de
cualquier persona a lograr lo planteado como objetivo. Les pongo un
ejemplo.
Muchos nos proponemos bajar de peso y más de una vez optamos por dietas
bastante restrictivas, sin nada de azúcar. Hacer esto solo nos condena a romper
el objetivo, ¿por qué? Pues porque la glucosa es la fuente principal de nuestro
cerebro, que requiere el doble de energía que las demás células del cuerpo. Si
baja su cantidad en la sangre, se ven afectados la fuerza de voluntad y el
autocontrol, siendo víctimas fácilmente de las tentaciones.
Esto no quiere decir que tengamos que comer chocolate para tener más
fuerza de voluntad; significa que la opción más saludable será siempre una
dieta equilibrada, basada en alimentos ricos en nutrientes y carbohidratos
consumidos con moderación. Este tipo de alimentación respalda el equilibrio de
azúcar en la sangre, que se asocia directamente con niveles de energía
constantes a nuestras células, un mejor control del apetito y, sobre todo, una
óptima capacidad mental para ejercer la voluntad y el autocontrol a lo largo de
nuestro día, por más complicado que sea.
Decidir cambiar tus hábitos poco a poco es la mejor manera de lograrlo.
Una dieta balanceada logrará establecer una meta alcanzable a largo plazo para
poder hacer uso de nuestro autocontrol al inicio y así apuntar a un estilo de
vida saludable. Está comprobado que comer alimentos nutritivos y bajos en
azúcar con mayor frecuencia provoca una tendencia a desearlos por el bienestar
que iremos sintiendo.
En otras palabras, una alimentación sana puede no requerir a la larga de
tanta fuerza de voluntad. En lugar de fijarte en restricciones, concéntrate en
un estado mental de comida saludable, piensa en lo que sí puedes comer
libremente, qué beneficios proporciona y todo lo que puedes hacer para
agregarle sabor y disfrutar.
En conclusión, la idea es fortalecer nuestra capacidad para cuidar de nosotros
mismos y de hacer lo que es mejor para nuestros cuerpos, concentrándonos en
hacer más de lo que nos sentimos orgullosos y menos de lo que nos avergüenza.
Aprendamos con autocontrol nuevas habilidades para la vida,
especialmente para ir encontrando paso a paso un mejor equilibrio emocional y
físico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario