martes, 2 de junio de 2020

Nuestra Empatía


El altruismo se puede definir como la preocupación constante por las necesidades ajenas, es decir, hacer todo lo posible para que los demás gocen de bienestar y tengan lo que precisan.

El altruismo está presente en la cultura, la enseñanza y la religión, así como también en el cerebro. En el caso de los animales, por ejemplo, se lleva a cabo cuando uno de los ejemplares está dispuesto a sacrificarse por el bien de la manada.

El altruismo puro significa sacrificar una cosa, ya sea el tiempo, la riqueza, la energía o el conocimiento sin buscar a cambio ningún tipo de recompensa o compensación. No se busca un beneficio por los actos, ni directos ni indirectos.

El comportamiento altruista dentro del reino animal aumenta las posibilidades de supervivencia de los otros a costas de la reducción de las probabilidades de subsistir uno mismo. Esta teoría, igualmente, no explica mucho más sobre aquellos animales que dan la vida por otros por los que no están emparentados.

Algunas personas son todo lo contrario a egoístas, dan sin mirar a quién, ofrecen hasta lo que no poseen por el bien del prójimo. Las investigaciones mostraron que la clase social, el nivel de educación, el género o los ingresos de dinero pueden explicar por qué se puede ser altruista o egoísta.

El comportamiento altruista no está determinado únicamente por factores cerebrales o biológicos. El volumen de materia gris puede influenciarse por diferentes procesos sociales.

Por ejemplo, al estar rodeado de personas caritativas, con el hábito de donar, dar limosna o ayudar al otro, aumentará la posibilidad de ser altruista también. Si, por el contrario, se vive en un ambiente de egoísmo, de pensar solo en uno y de no dar nada al otro, esto influirá en las decisiones y actitudes. 

Como se decía, no es solamente una cuestión de materia gris, sino hay varios factores influyentes.


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