La empatía, constructo que hace referencia a ponerse en la piel del
otro. Acción tan necesaria ante la diversidad funcional pero
a la vez, tan poco realizada por la sociedad.
Si por lo general es difícil ponerse en el lugar del otro, es casi
imposible poder entender lo que sentimos las personas con alguna discapacidad.
En este sentido, muchas veces se confunde empatía con comprensión y
respeto.
Para que se entienda mejor: uno puede comprender que una persona escriba
con el pie pero no puede ponerse en su piel porque le costaría entrenar esa habilidad.
Pues lo mismo sucede con la empatía social.
Si, la que estas pensando, la que facilitaría la inclusión de todos y se
basa en el respeto a la diferencia. Quizás la empatía social es
la que más cuesta, porque estamos “programados” para activar nuestro mecanismo
de alerta ante la diferencia por muy pequeña que sea ésta. Y es que somos
frágiles a los cambios pero flexibles a la adaptación.
Esto último puede parecer un tanto contradictorio, ¿verdad? Pero si
reflexionamos sobre ello mediante un hecho cotidiano adquirirá su lógica:
llegamos al trabajo y nos han cambiado de compañero, ¡Alerta, diferencia! No
sabemos cómo trabaja, ni su ritmo, ni sus habilidades, etc… Pero día a día lo vamos
conociendo, vamos respetando su manera de trabajar y él la nuestra.
Sucede lo que se denomina adaptación y se crea una empatía hacia la
forma de trabajar de ambos.
En cambio, si éste nuevo compañero presenta una discapacidad la alerta
ante la diferencia suele ser mayor. Lo primero que se piensa no es el modo en
el que trabajará ni las costumbres que tendrá sino, por lo general, surgen prejuicios
sociales incrustados en la sociedad como es: ¿será capaz de realizar el
trabajo? ¿Cómo lo va hacer? Por lo que el proceso de adaptación mutuo se
presenta más complicado y lento.
Aunque esta situación nos suene a tópico desfasado, si somos realistas
con nuestros pensamientos o con los pensamientos ajenos, en el caso de los que
tenemos una discapacidad, esta situación se genera inconscientemente, son
pensamientos en cierta manera automáticos promovidos por el mecanismo de
alerta ante la diferencia que, como observamos, varía su grado de una
situación a otra.
Del mismo modo, la empatía social debería ser más patente en
el segundo caso, siendo facilitadora de respeto pero sin pretender sentir cómo
siente o percibe la otra persona. Porque como he comentado al principio del
presente artículo, es muy difícil ponerte en la piel de una persona con
discapacidad pero sí que es necesario y beneficioso para todos ejecutar la
capacidad de comprender y respetar las diferencias.
Con este artículo no se pretende realizar un discurso moralista o que
acuda a increpar situaciones sociales habituales, más bien se pretende reflejar
o explicar los cambios de percepción automáticos o dados por una educación
sociocultural que se refleja ante la diferencia, en este caso dada por la
diversidad funcional, así como remarcar el proceso de adaptación el cual
facilita la empatía social.
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