Cuando
adquirimos el conocimiento de quienes somos y cuál es el legado cultural que
nos precede, comenzamos a evaluar en su verdadera dimensión los atributos que
nos son propios y que compartimos en igualdad de condiciones con nuestros
semejantes.
El
principio básico de todos los que profesamos la fe cristiana se encuentra
claramente reflejado en el siguiente pasaje:
“Maestro
¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo:
Amarás al
Señor tu Dios, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el
primero y grande mandamiento.
Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos
dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22: 35-40
Como
bien se desprende de la lectura de estos pasajes precedentes el agradar a Dios
es absolutamente necesario de que nos amemos a nosotros mismos y la
exteriorización de este amor solo puede reflejarse en la conducta que
prodiguemos a nuestro prójimo.
Hablando
claro, el amor a Dios está íntimamente ligado al grado de autoestima que nos
profesemos y esa autoestima manifiesta que nos tenemos deberá traducirse en las
acciones que nos motiven y al grado de generosidad y reconocimiento que
apliquemos con todos aquellos con quienes nos relacionamos en nuestra vida en
sociedad.
“Todo ser
humano, sin excepción, por el mero hecho de serlo, es digno del respeto
incondicional de los demás y de sí mismo; merece estimarse a sí mismo y que se
le estime.”
“Todos
tenemos una imagen mental de quiénes somos, qué aspecto tenemos, en qué somos
buenos y cuáles son nuestros puntos débiles. Nos formamos esa imagen a lo largo
del tiempo, empezando en nuestra infancia.
El término autoimagen se utiliza
para referirse a la imagen mental que una persona tiene de sí misma. Gran parte
de nuestra autoimagen se basa en nuestras interacciones con otras personas y
nuestras experiencias vitales.
Esta
imagen mental (nuestra autoimagen) contribuye a nuestra autoestima.
En virtud
de este razonamiento, incluso los seres humanos más viles merecen un trato
humano y considerado. Esta actitud, no obstante, no busca entrar en conflicto
con los mecanismos que la sociedad tenga a su disposición para evitar que unos
individuos causen daño a otros -sea del tipo que sea-.
El concepto de autoestima varía en función del paradigma
psicológico que lo aborde (psicología humanista, psicoanálisis, o conductismo).
Desde el punto de vista del psicoanálisis, la autoestima está íntimamente
relacionada con el desarrollo del ego; , por otro lado,
el conductismo se centra en conceptos tales como «estímulo», «respuesta»,
«refuerzo», «aprendizaje», con lo cual el concepto holístico de
autoestima no tiene sentido.
La autoestima es además un concepto que ha
traspasado frecuentemente el ámbito exclusivamente científico para
formar parte del lenguaje popular.
Cuando
adquirimos el conocimiento de quienes somos y cuál es el legado cultural que
nos precede, comenzamos a evaluar en su verdadera dimensión los atributos que
nos son propios y que compartimos en igualdad de condiciones con nuestros
semejantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario