“De comienzos del siglo XX y desde
España, nos llega una expresión muy popular. Sucedía por entonces que
comenzaban a verse por las calles los primeros automóviles, que
competían con los carruajes tirados por caballos. Para ser propietario de
uno de ellos se necesitaba tener bastante dinero. Como también por aquellos
años se puso de moda, para los más pudientes, ir a veranear a los balnearios
del Mediterráneo o del Atlántico, el colmo de lo exquisito era viajar hasta
allí con su propio coche. El que podía hacer eso, lo podía todo.
Por eso, surgió la frase “Ir a la mar en coche”, significando que quien podía
darse esos dos lujos combinados era un magnate. Esta expresión, con el tiempo y
en nuestras tierras, se simplificó en “…y la mar en coche”, como quien dice:
“lo querés todo".
Habemos muchos adeptos a esta frase que en cierta
forma pone en evidencia nuestra natural inclinación a “ir por todo” en
cuánto a nuestras posibilidades de disfrutar al máximo posible de lo que la
vida en sociedad nos permita alcanzar.
Claro, también hay que tener muy presente, que si
algo nos caracteriza es que tenemos una cierta inclinación a los excesos y que
somos muy capaces de intentar dar pasos “mucho más largos de lo que nuestras
piernas lo permiten” entonces ocurre que cuando nuestros pasos no son lo
suficiente largos zanjemos esta diferencia recurriendo al financiamiento de
esta distancia “recurriendo a la “compra del crédito” que compense lo que nos
falta.
Esta Frase, “ir a la mar en coche” aunque muchos no
sepan su significado es la que se sigue utilizando como “gancho” en las
instituciones financieras y expendedoras de “tarjetas de crédito” las que sin
utilizar las mismas palabras nos incitan a disfrutar de esta posibilidad.
“Ir a la mar en coche” mantiene su vigencia
mientras en nuestras características continúe incentivando nuestros mayores
anhelos, la vanidad.
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