“Me vuelvo hacia dentro…
Me visualizo como un faro…
Fuerte... firme... estable…
Esparciendo luz hacia cada rincón...
Iluminando el camino para los demás…
Esparzo la luz del amor...
de la paz... de la alegría…
Fortaleciendo a los otros en su viaje…”
Cada uno de nosotros, en absoluta independencia de las creencias
que profese o de lo que pudiesen significar los conceptos de convivencia social
que le hayan inculcado, deberá alguna vez, mejor más temprano que tarde,
detener la inercia que le impulsa a su inserción involuntaria en un mundo donde
todo parece ser un “agárrame si puedes” o que “tiramos palos de ciegos”
en un incomprensible “juego de piñatas” y preguntarse por sí y para sí, que
diablos estoy haciendo aquí y que es lo que se requiere de mí en esta
“pseudo fiesta colectiva” donde unos gritan, otros lloran y otros ni
siquiera pueden entrar.
La madurez y la conciencia social de cada uno se merecen esta
retrospectiva y una vez que tengamos claro cuál debe ser nuestra participación
en el quehacer colectivo de la sociedad que integramos y a la cual nos
corresponde volcar toda nuestra capacidad creativa, pues hagámoslo.
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