Se trata de un don innato que, por así decir,
“habita” en el cerebro de cada uno, y como cualquier otro musculo necesita
ejercitarse para ofrecer lo mejor de sí.
Así lo atestiguan artistas de todos los terrenos y
épocas; Picasso por ejemplo afirmaba que
era ‘afortunado’ porque la inspiración “siempre me pilla trabajando”, o Thomas
Edison quien acuñó “el genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa
y nueve por ciento de sudor”, dejando claramente su postura frente al éxito.
En definitiva el artista es un inspirado trabajador
nato.
Centrándonos más en el ámbito literario, son muchos
los escritores que han opinado para bien o para mal sobre la capacidad de
cualquier persona de llegar a ser un buen escritor aplicando ciertas técnicas.
Pero todos coinciden en un punto, la virtud no
brota sin esfuerzo y
trabajo constante.
El escritor argentino Ernesto Mallo afirma que es
necesario aprender a leer y a fracasar. Para Mallo el talento no puede ser
enseñado ni aprendido, tenerlo carece de mérito y no significa gran cosa sin un
trabajo de fondo que lo haga brillar y prosperar. El de La Plata asegura que
para que un texto resulte fluido y dinámico no vale solo con exponer el talento, ha
de ir acompañado por una gran inversión de tiempo y esfuerzo.
Stephen King trata sobre el arte de poner una
palabra detrás de otra en su obra ‘Mientras escribo’. “Todo lo que es fácil de
leer es difícil de escribir, y viceversa” sentenciaba en su obra el americano.
Para King, el escritor precisa disponer de una
“caja de herramientas”.
No existen ‘instrumentos prefabricados’ para
un escritor que comienza a escribir sus primera líneas, es el mismo quien se
fabrica a medida las que necesita.
Para García Márquez “el escritor vale
más por lo que bota que por lo que publica”. Esto implica un aprendizaje que
permita al sujeto aprender a corregir, a cortar, a eliminar todo lo superfluo,
ya que en arte, lo que no es interesante sobra. La importancia
saber detectar cuándo hay un concepto o idea, un línea narrativa potente y
verdadera al igual que saber detectar cual es la que sobra. Eso solo se
consigue con la práctica y el esfuerzo.
Parte del camino que debe recorrer cualquier
persona que se sumerja en cualquier disciplina artística es saber
encajar los golpes. Los editores y el público en general pueden ser
despiadados; por lo que el maestro debe ser cruel y el alumno no solo trabajador,
sino que también duro y resistente para encarar al mundo.
Convencida de ello está Patricia
Highsmith, “aprender a fracasar y levantarse es una práctica
ineludible para quien quiera dedicarse a escribir”.”
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