Considerar detenidamente una cosa para llegar a comprenderla
“No es verdad que las personas paren de perseguir
sueños porque se hacen viejas, sino que se hacen viejas porque paran de
perseguir sus sueños”
(Gabriel García Márquez, Premio Nobel de
Literatura en 1982, 1927-2014).
Esta frase de Gabriel García Márquez ha quedado
“prendida” en mi subconsciente y prácticamente no me ha abandonado desde hace
un buen tiempo.
En cierta medida me ha aportado muy sólidos
argumentos para contrarrestar algunas “presunciones” que suelen hacerse con
motivo al cúmulo de años que el tiempo cronológico vigente viene registrando
sobre mi persona.
Resulta cada vez más notoria una frase que suelen
decir algunas personas que han pasado algún tiempo sin verme, la tal frase,
dicha en un notorio acento cordial y afectivo, dice más o menos así “ hola,
Arostegui, que bien se le ve, parece que el tiempo no ha pasado para usted”
dicha tal expresión nos estrechamos en un fuerte abrazo y nuestros viejos
amigos, parientes, colegas de trabajo y demás conocidos seguimos cada cual por
sus propios caminos “y hasta la próxima” como solemos decirnos casi siempre.
Está claro que tales encuentros me resultan muy
agradables y me hacen sentir muy alagado por sus “espero” muy sinceras
expresiones, realmente este tema del paso del tiempo me tiene muy sin cuidado y
de existir alguna relación con la persecución de mis sueños, cosa que no dudo
en absoluto, en lo personal no tengo la menor duda de que cuando llegue, si es
que llega, el final de mis días, me ha de encontrar como si fuese un sabueso
empedernido “olfateando mis sueños” en procura de alcanzarlos.
Hablando de discurrir, recuerdo una respuesta que
le he dado a alguno de estos viejos amigos míos con motivo de la frase que ya
les he mencionado, en esa oportunidad en el tono jocoso que suele ser mi característica,
la respuesta ha sido algo así: díganme una cosa, que es lo que tengo que
entender con eso de “que bien que estoy” significa acaso que de acuerdo al
tiempo transcurrido debería estar embalsamado y conservado en formol, demás
está decir que estos dichos míos les pone un tanto sonrojados y todo termina en
una sonora carcajada.
He aprendido a soñar sentado a la vera de una
fuente y esa fuente tiene un nombre:
La suelen llamar “la de la eterna juventud”
No hay comentarios:
Publicar un comentario