Resulta claro que la persona que cultiva su
autoestima y que confía en la capacidad que ha adquirido en el desarrollo de
sus actividades, logra desplegar ante sí un mayor optimismo que aquellas que
por distintas circunstancias padecen o han padecido situaciones adversas ante
las cuales han sentido el rigor de tales frustraciones.
Es observable la diversidad de posturas que ante
situaciones de similares dificultades todos, de una manera u otra, adoptamos
llegando a extremos en los cuales o hacemos gala de un excesivo optimismo o en
muchos casos, exagerados la mayoría de las veces, les agobia una sensación de
pánico que les paraliza su capacidad de reacción.
“El optimismo, además, es objeto de estudio
de la psicología.
De esta manera, puede definirse como un rasgo
disposicional de la personalidad que oscila entre los
acontecimientos externos y la interpretación personal de los mismos.
Así, el optimismo se caracteriza por una tendencia
a confiar en que el futuro sea favorable, por lo que contribuye a afrontar las
dificultades con buen ánimo y perseverancia.
Una persona optimista logra identificar y valorar
lo positivo de cada circunstancia e individuo.
Es muy frecuente que al mencionar la palabra
optimismo aparezca rápidamente su opuesta: pesimismo. En este caso, la
diferencia es clara entre ambos términos.
Así, mientras que ante cualquier situación la
persona optimista intenta encontrar soluciones, posibilidades o ventajas, quien
es pesimista por naturaleza lo que hace es desanimarse, ver todo como un cúmulo
de desventajas y perjuicios así como de inconvenientes.”
Dijera un amigo mío: “ni tan tan ni muy muy,
es deseable un término medio pero sin duda alguna el grado de confianza y el
optimismo en alcanzar las soluciones necesarias marcarán una gran diferencia en
el momento de tener que enfrentarlas.
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