Nuestra capacidad de ejercer algún tipo de influencia en la vida de
otras personas nos hace considerar con mucha atención las opiniones que
vertimos para no incurrir en valoraciones fuera de tono que las haga pasible de
que puedan ser malinterpretadas o tomadas con una liviandad conceptual que
distorsione la versión original de quien ha emitido tal opinión.
Debido a la multiplicidad de información que transita por nuestras redes
sociales las cuales abarcan una amplia gama de temas de actualidad tales como:
violencia de género, diversidad sexual, educación, trabajo, relaciones humanas,
etc. etc. las oportunidades de participar activamente en el vertido de
opiniones al respecto resultan tan inevitables como ineludibles.
El acceso a la información además de ser de gran utilidad en los tiempos
actuales implica el ejercicio de un derecho que todos tenemos de no solamente
“saber lo que pueda estar pasando” sino, además, y quizás esto sea lo más
importante, nos permite que podamos emitir una opinión responsable sobre
todo aquello que entendamos que por su trascendencia nos indica que no debemos
quedarnos callados.
La emisión responsable de nuestras opiniones es una demostración del
grado de civilidad y convivencia democrática que como sociedad hemos alcanzado,
nuestra cultura colectiva se enriquece con el aporte de todos y sin duda que
ganamos en una mayor libertad de expresión y calidad informativa
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