sábado, 10 de agosto de 2019

En Rio Revuelto


Un antiguo juego que solíamos jugar cuando éramos niños tenía un estribillo que todos cantábamos a la espera  de que el lobo surgiera intempestivamente en la escena.

La canción decía más o menos así:

“juguemos en el bosque mientras el lobo no está” y todos exclamábamos a coro “¿lobo estás?”

Lo que me ha traído a la memoria esa vieja canción de nuestra niñez han sido los últimos acontecimientos que pareciera que han “conmocionado ”al mundo occidental y cristiano, sobre todo y para ser un tanto más preciso, al mundo comprendido por el que constituimos  “el patio trasero” de nuestros poderosos “vecinos del norte”

Lo que ha ocurrido está muy lejos de representar “el estado de catástrofe” que la mayoría de los gobiernos y los medios de comunicación, sobre todo éstos últimos, nos han querido trasmitir en estos últimos meses, parece que no nos hemos percatado que las transformaciones  también se hacen notar en la parte norte de nuestro hemisferio, los resultados ante los que “continuamos jugando en la ronda del miedo”  están a la vista y tendremos que “agiornarnos”  es decir, “ponernos al día” en las consecuencias de una globalización que nos repercute en el estado de animo de todos los que directa o indirectamente “nos involucramos”

En resumen, muy breve por cierto, vemos como “esa sensación de miedo colectivo” ha incidido muy fuertemente en la clase media blanca “tradicional” de los ciudadanos antiguamente “todopoderosos” de los estados más industrializados de Norteamérica, quienes ha sufrido en carne propia la pérdida de algunos privilegios los cuales han sido absorbidos por una clase de emigrantes mucho más preparada para ocupar los puestos de trabajo que las nuevas tecnologías han ido introduciendo en la industria y ante esta sensación de inseguridad,  por no decir de “verdadero pánico” la otrora poderosa clase media blanca ha optado por intentar “cerrar sus fronteras” y refugiarse en las promesas un tanto mesiánicas de quien ha resultado a la postre el ganador de las elecciones.

Como se suele decir, “la alegría va por barrios” esta vez la ciudadanía norteamericana está sintiendo “en carne propia” la misma medicina que “nuestra clase política” nos ha aplicado en Latinoamérica.




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