Filosofía
Criterios De Certeza
La base de la racionalidad humana es la aplicación universal de ciertos
principios básicos de orden abstracto, filosófico, sin los cuales es imposible
conocer, aun en el nivel más elemental. Tales son: el Principio de
Identidad, el Principio de no-contradicción, y el Principio de Razón
Suficiente.
Todo conocimiento científico, filosófico o teológico necesita seguir
estas leyes lógicas, que manan de la misma naturaleza de la realidad, desde la
grandeza de Dios hasta el nivel más ínfimo.
Pero la ciencia en el sentido técnico de la palabra, y especialmente la
Física, exige más. El criterio último por el que se acepta una hipótesis o
teoría es la comprobación experimental de sus predicciones y no se
concede valor científico a ninguna elucubración, aun muy atrayente,
si es imposible verificarla en un experimento. Incluso si hay limitaciones
tecnológicas que hacen imposible actualmente el experimento necesario, por lo
menos éste debe ser posible en principio. Por este criterio queda reducida a mera
ciencia ficción toda hipótesis de ”otros Universos” (por definición,
incognoscibles y sin interacción alguna con el Universo en que existimos), o de
parámetros con valores estrictamente infinitos: todo instrumento de medida
es siempre limitado en su rango de actuación, y no puede nunca dar una medida
de infinitud real.
Esta exigencia de comprobación experimental puede decirse que es la
que define a las ciencias de la materia como hoy las entendemos, en
cuanto distintas de un conocimiento filosófico. Incluso la Matemática es
más afín a la pura Lógica desde este punto de vista, y la Matemática pura se
gloría en su pureza, que desdeña cualquier aplicación de tipo tecnológico,
mientras la Lógica actual utiliza simbolismos matemáticos como expresión de la
concatenación exacta de sus argumentos.
La Filosofía, en todas sus ramas, tiene como único criterio de
certeza el rigor de sus deducciones. El argumento más definitivo
contra una posición filosófica es que lleva necesariamente a un absurdo, en
contra del Principio de no-contradicción.
En el campo de la Teología, el criterio de certeza es la
Revelación, con el respaldo de infinito valor de la Inteligencia y Santidad de
Dios. Sus desarrollos, estudiando el contenido de la fe, deben ser de
estricta lógica, y si llevan a conclusiones que desafían nuestra comprensión,
no por eso deben rechazarse, con tal de que no terminen en un
absurdo. No es de esperar que la realidad suprema de Dios sea
perfectamente comprensible para nosotros, pues ni lo es la materia ni nuestra
propia personalidad humana.
Relaciones Física – Teología
Una vez descrito el campo de aplicación y los criterios de certeza de
las diversas formas de conocer, es obvio que la Física, limitada a la
descripción de la actividad de la materia en sus aspectos
cuantitativos y experimentables, no puede directamente decir nada que afecte el
contenido de la Teología, que nos habla de la realidad inmaterial de Dios y de
sus planes para el Hombre. Ni siquiera puede la Física tratar de los aspectos artísticos
o éticos de la actividad humana: no hay instrumento alguno que mida el
valor literario de un poema, la bondad o malicia de una acción, o la
satisfacción de una amistad o del deber cumplido, ni puede establecerse
experimentalmente el contenido de verdad de un pensamiento, ni
su existencia.
La Física reconoce solamente cuatro interacciones (fuerzas)
y define a la materia por su capacidad de actuar por alguna de ellas:
la fuerza gravitatoria, la electromagnética, la nuclear
fuerte y la nuclear débil. Si hay una realidad que no puede
describirse en términos de estas interacciones (como son la consciencia,
el pensamiento abstracto y la actividad libre), no entrará dentro del concepto
de materia y la Física no tendrá nada que decir de ella.
Consecuentemente, es improcedente preguntar si la Física puede demostrar
la existencia de Dios o negarla: ningún experimento puede lógicamente
contestar a la pregunta. Lo mismo puede decirse del espíritu humano, o de
la existencia después de la muerte. Tampoco puede la Física responder a
preguntas sobre la razón suficiente de que exista el Universo, ni
acerca de su finalidad: no son objeto de comprobación experimental posible, ni
tienen expresión cuantitativa en una medida o fórmula matemática.
De modo correlativo, no puede pedirse a la Teología que
nos aclare conceptos de la estructura y actividad de la materia a ningún
nivel. Ni la Biblia ni la enseñanza de la Iglesia nos dirá cómo ni cuándo
comenzó el mundo, frío o caliente. Nada hay en el Credo ni en el
reciente Catecismo de la Iglesia Católica que nos evite el
estudio científico de algún aspecto del mundo material. Ciencia y fe son dos
maneras limitadas y complementarias de conocer la realidad total de
Dios, el Universo y el Hombre. Son dos alas con que el Hombre puede volar en
búsqueda de la Verdad, y que colaboran en el único esfuerzo de profundizar más
y más en el misterio que es nuestra existencia y la del mundo que nos rodea y
del que somos parte.
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