Andamos por otras latitudes compartiendo otras costumbres, algunas muy
distintas a las nuestras, otras, como las que demuestran el heterogéneo grupo
de excursionistas que integramos, demostrando en su accionar colectivo esa
impronta de humanidad que nos hace tan particulares dotando de “magia creativa”
a todos nuestros proyectos.
Este es el encanto único e intransferible propio de las vacaciones
compartidas donde todos y cada uno parecían concurrir a un “encuentro de
amigos” munidos de lo mejor de sí mismos en una clara demostración de cómo es
posible dejar de lado las preocupaciones y tensiones propias de la actividad
competitiva que cada día realizamos para disfrutar en conjunto de un asueto
bien merecido.
En esto estamos, haciendo cosas diferentes, alejados de la rutina como
quien ejercita a su mano izquierda invitándola a que realice cosas que
habitualmente le corresponden a la derecha, probablemente siendo un tanto
torpes en lo que intentamos pero valorando cada cosa realizada con la
espontaneidad de una sonrisa que surge en nuestros labios fresca y sonora,
quizás, como hacía mucho tiempo que no la sentíamos.
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