Este es, sin duda, el gran desafío del hombre para el hombre
a lo largo de los siglos: qué hacer y cómo hacer para que yo llegue a ser
dueño de mi mente, para que mi pensamiento esté únicamente ocupado por
recuerdos estimulantes, ideas positivas, por motivos queridos por mí, y no por
los que se me imponen.
Mientras no avancemos en esta dirección, no podemos
hablar de libertad.”
“No hay peor prisión ni más dura esclavitud que una mente
ocupada obsesivamente por evocaciones quemantes y complejos torturadores. Como
tampoco mayor libertad que el tener a mano la llave que puede abrir y cerrar el
curso de la actividad mental. Soberanía quiere decir ser el árbitro de mí
mismo, de mi actividad interior.
Si todas las cosas existen para mí en la
medida en que son captadas por mí, en La medida en que viven en mi mente, el
dominio mental es un tesoro incomparable y la llave del reino de la serenidad.”
Soy libre en la medida en que soy capaz de dominar mi mente (¿Eres libre realmente?).
Si no es así, no podemos hablar de real libertad. Podemos creernos libres, pero
no lo somos, la mente nos domina. Pienso que aún estamos en una fase de la
especie humana que está muy alejada de la real libertad. Los patrones de pensamientos
colectivos e individuales nos rigen.
Tal vez no podamos nunca ser totales dueños de los mismos (o
sí), pero lo que parece claro es que tenemos que tender a dominar nuestra mente
para sentirnos más serenos, y trazar nuestro camino vital de una manera más
creativa, sin hilos gruesos inconscientes que dirijan nuestro destino
irremediablemente.
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