lunes, 1 de julio de 2019

La Inocencia Original



Indagando en los confines de la memoria recogemos algunos indicios que nos permiten de alguna forma reconstruir lo que podríamos llamar “el estado original” de nuestro pensamiento.

En esa tan remota época en la cual aún no habíamos sido “contaminados” por los sucesos posteriores y aún manteníamos “el estado de inocencia” donde todo lo que percibíamos solía estar en concordancia con los dictados del “pensamiento inducido” un estado muy similar al que solían frecuentar nuestros primeros padres en los floridos jardines del Edén donde se paseaban tomados de las manos, totalmente desnudos, en medio de robustos leones que pastaban cándidamente junto a los corderos.

Está claro que nadie pretende salir por su propia voluntad de tanta bonanza y de ser posible mantendríamos inmaculada esta condición a menos que, como suele ocurrir en la placidez de los sueños, alguna inesperada “pesadilla” nos despertara y como consecuencia de abrir un tanto bruscamente nuestros ojos, de estos, caerían, como caen las escamas que protegían nuestra visión,     e invadidos por esa extraña luz que nos deslumbraba, comenzamos a percibir “un nuevo mundo” del cual, una vez perdida la inocencia original, la implacable espada de la realidad nos expulsara para siempre del paraíso original.

Esta indagatoria que recogimos nos ha sumido en la añoranza de aquellos tiempos en los cuales no se nos requería la toma de decisiones, donde la concordancia y la armonía eran los “celosos custodios” de nuestra absoluta seguridad, ahora todo es diferente, ahora nuestros ojos se han abierto, ya no hay lugar para nosotros en el limbo del paraíso.

Ahora es el tiempo de transitar a la intemperie, de experimentar en carne propia todas las inclemencias y ganar nuestro propio sustento, superando limitaciones, con el sudor de nuestra frente.

Como se suele decir, la vida es ahora y nadie nos dijo que nos sería fácil.



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