lunes, 22 de enero de 2018

Vivencias Pasadas


“La experiencia es la madre de la ciencia”; “más sabe el diablo por viejo que por diablo”; “el pájaro viejo no entra en la jaula”… Cuando se habla de experiencia se habla de conocimiento, pero no del conocimiento adquirido a través del estudio, de la observación o de la investigación, sino de aquel que proviene de las vivencias, de la acción personal y de todo aquello que los años nos han hecho aprender a fuerza de haberlo protagonizado.

Es común definir la experiencia como las enseñanzas que se adquieren con la práctica y se identifica con lo vivido o ejecutado durante un tiempo largo

También se considera una habilidad; uniendo ambos conceptos se describe la experiencia como la práctica prolongada que proporciona conocimientos y habilidades por hacer algo o como el conocimiento que nos queda por las circunstancias y cosas vividas.

Un poco más técnicamente, la experiencia se refiere al carácter procedimental de las situaciones (cómo se resuelven las cosas) y no a su carácter material (que son y cómo son las cosas). Desde la filosofía hemos aprendido que la experiencia es siempre un conocimiento a posteriori y empírico.

¿Cómo aplicamos esto al entorno del management? Desde una perspectiva organizacional, o mejor dicho laboral, la experiencia es un capital de conocimiento profesional que se va acumulando año tras año y que garantiza un rendimiento excelente, lo cual puede conducir al incongruente y falso razonamiento de: cuantos más años lleves ejerciendo un cargo o haciendo una determinada tarea, mayor será el conocimiento sobre ello.

“La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores”
(Oscar Wilde)

Acabamos de llegar al gran error: Confundir la experiencia con la antigüedad. En un entorno meramente profesional la experiencia no es sino la habilidad personal e intransferible de transportar al presente y a una situación dada y concreta momentos similares (por analogía) vividos en el pasado y además vividos en primera persona, con la finalidad de comprobar si las fórmulas que en aquel momento se aplicaron son convenientes, o no, para solucionar las situaciones actuales.

Visto de esta manera podría ocurrir (y de hecho es mucho más frecuente de lo que imaginamos) que personas que han acumulado gran antigüedad no tengan experiencia o que otras personas estén todavía viviendo en el pasado porque son incapaces de separarse o superar sus experiencias.

Inicié estas reflexiones con unos refranes y concluyo con sus frases de prestigiosos autores: 

“La experiencia no tiene valor ético alguno. Es simplemente el nombre que damos a nuestros errores” (Oscar Wilde). 

“Una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencias”             (James Russel Lowell). 

“Los cabellos grises son el archivo del pasado” (Edgar Allan Poe).


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