Hablar bien en público requiere de un buen
entrenamiento, pero también de una gran
honestidad y de saber conectar con nuestras emociones desde nuestro interior.
Construir nuestra autoconfianza es un paso previo fundamental para poder
expresarnos con soltura y naturalidad, de forma abierta y sin temores.
Es mucha la oferta de cursos y formación en habilidades de oratoria que hay en el mercado. Sin
embargo, aprender a utilizar las herramientas no es suficiente. Por eso, los
programas Dale Carnegie van más allá y parten de la construcción
de una autoconfianza, necesaria para brillar como oradores o ponentes.
Algunas de las cuestiones a tener en cuenta y que nos
ayudarán a realizar una mejor presentación o ponencia, son las siguientes. Sin
embargo, sólo con el hecho de trabajar previamente en nosotros mismos para
hacer aflorar nuestro auténtico potencial, será posible transmitir un mensaje creíble y potente.
Consejos para una mejor presentación
#1. Preparación y ensayo
Las presentaciones en público que mejor funcionan son las que mejor se han
preparado. Y ello significa haberles dedicado unas cuantas horas de trabajo.
Aunque nos parezca que determinados oradores saben improvisar, incluso esas
aparentes improvisaciones han sido ensayadas previamente. Teniendo en cuenta esta
premisa nos aseguramos buena parte del éxito.
#2. Buen uso de las pausas y de los silencios
Las pausas y los silencios sirven para tomar mayor control
del discurso. Crean sensación de expectativa ante lo que se va a decir y ayudan
a reforzar el mensaje para que se tenga en cuenta en su debida importancia.
Ayudan a dar más autoridad al emisor y transmiten confianza a la audiencia. Por
si fuera poco, bien empleadas, las pausas dan tiempo a que el público integre
el contenido y comprenda bien el significado de lo que el orador está
transmitiendo.
#3. Poner las emociones a nuestro favor
Reconectar con nuestro interior y poner a trabajar las
emociones en nuestro favor nos ayudará a sintonizar con el público. Ser
honestos con nosotros mismos y con los demás es el camino más efectivo para
llegar a nuestros oyentes. La empatía, la asertividad, la humildad y la
generosidad son grandes aliadas. Dale Carnegie afirmaba que las personas ‘somos
criaturas emocionales’, más que seres basados en la lógica.
#4. Conocer a nuestra audiencia
Conocer a nuestra audiencia antes de dar una charla, nos
ayudará a enfocarla mejor. Podremos averiguar qué esperan de nosotros, qué
contenidos les interesan, qué dudas, preocupaciones o necesidades tienen. De
ese modo, podremos dar respuesta a sus inquietudes y haremos de nuestra
ponencia algo útil, interesante y motivante.
#5. Práctica, práctica y práctica
El ‘cómo’ y no sólo el ‘qué’ es importante en una charla. A
veces, incluso más. Por eso, ensayar y practicar nos dará las habilidades para
hacer de nuestra charla una ponencia amena e interesante incluso aunque el tema
no sea completamente nuevo. Una nueva manera de explicar algo ya conocido es
también una forma de hacer comprender el mensaje desde un nuevo punto de vista.
El cómo aporta riqueza a una ponencia.
Practicar mucho nos permitirá también alinear nuestra
gestualidad con nuestro mensaje hablado.
Recordemos lo que decía el prestigioso psicólogo Albert
Mehrabian, quien afirmaba que el lenguaje verbal sólo un 7 por ciento en la
comunicación de emociones y sentimientos. En cambio, un 38 por ciento de la
comunicación corresponde al lenguaje paraverbal o vocal (entonación,
proyección, timbre, tono, énfasis, pausas, ritmo); y el 55 por ciento restante
al lenguaje corporal (gestos, posturas, mirada, movimiento de los ojos,
respiración).
La importancia de los elementos no verbales sobre los
verbales aumenta cuando son incongruentes entre ellos. No hay nada menos
creíble que una charla cuyo contenido no se vea reforzado por nuestro lenguaje
corporal. Los gestos conectan con nuestro inconsciente. De forma intuitiva
captamos que algo falla, que algo no encaja y desconfiamos del mensaje y de la
persona que lo emite.
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