domingo, 7 de enero de 2018

El Lenguaje Efectivo De La Solidaridad


“Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.”

¿A qué nos estamos refiriendo cuando hablamos de ser solidarios? Nos referimos a esa actitud, a esa disposición del ánimo, de la mente y del cuerpo a estar presentes y comprometidos con el otro en todas nuestras acciones. Con mayor precisión, estar presentes y comprometidos con el otro significa acudir y tratar de solucionar las urgencias de nuestros semejantes, empoderándolos y capacitándolos para salir adelante frente a una situación desfavorable.

Nos encontramos frente a una situación desfavorable cuando un cercano padece condiciones que reducen, estrechan y degradan sus derechos a vivir una vida digna; cuando no es posible para el prójimo o se le hace cuesta arriba alimentarse, educarse, gozar de salud, de posibilidades de empleo, de seguridad social, de trato igualitario, respetuoso y justo de su entorno social, a fin de cuentas, cuando carece de oportunidades de crecimiento a corto, mediano y largo plazo porque en vez de oportunidades sociales lo que recibe de su sociedad son exclusiones y discriminaciones sociales.

El padecimiento de la exclusión y de la discriminación social se vive como un sentimiento de grandísima injusticia social por parte de aquellos que sufren la negación de la sociedad en sus múltiples formas. Por poner un ejemplo, una de las negaciones sociales más repetidas a diario en Latinoamérica, extensivo a otras regiones del planeta,  tiene que ver con el empleo. 

Esto es así porque se vive como una grandísima injusticia social que la remuneración que se obtiene del trabajo no permita alimentarse, educarse, tener salud y vivienda dignas, no obstante los esfuerzos y sacrificios realizados en capacitarse.

En esta dirección, imagínense, entonces, cuán grande se debe sentir la injusticia social cuando ni siquiera un empleo es posible porque toda la economía ha convertido en números la maquinaria social de oportunidades y se ha olvidado que son personas y familias enteras las que están detrás de las demandas laborales. Esto por poner un ejemplo en el campo de las oportunidades laborales y de las economías que no buscan el bienestar social y la inclusión social justa,
favoreciendo a unos y negando a otros.

Así que los caminos sociales para reparar tal injusticia se logran sólo si la sociedad entera se solidariza con aquellos que padecen dichas situaciones de exclusión y discriminación social y busca por todos los medios –educativos, políticos y económicos- solucionar dicho padecimiento al generar las posibilidades de inclusión social que restituyan la dignidad de aquellos que padecen diariamente la negación de un sistema.

Valga resaltar que el ser solidarios no se trata ni de una regalía que le hacemos al otro ni de un favor que lo endeuda de por vida por el hecho de haber sido auxiliado. Es, más bien, restituirnos como sociedad la decencia social perdida a causa de las discriminaciones y exclusiones sociales que nos envuelven. 

Esto es así porque con nuestra acción solidaria ayudamos a revertir las injusticias sociales y  liberamos al otro de una realidad injusta que nos repercute a todos los miembros de la sociedad por igual.

Mientras que la solidaridad promueve sentimientos de empatía y nos hace acercarnos al otro sin ánimos de juzgarle ni de disminuirle por encontrarse en situación de vulnerabilidad: se busca ayudar, sanar y hacer crecer gracias a una auténtica voluntad de escucha. Ser solidarios propicia el diálogo, el reconocimiento cercano y la confianza porque el otro es un igual que debe ser escuchado, atendido y promovido.

La solidaridad implica que nos ponemos en lugar del otro y que no tenemos miedo de él ni miedo a que sus circunstancias dolorosas nos salpiquen, más bien, nos fortalecemos junto con él en humanidad sembrando esperanza social porque en conjunto construimos una polis sana eliminando aquello que nos desiguala o que se empeña en distanciarnos como seres humanos.


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