Hay veces que tenemos la sensación de que estamos dando y dando
pero, sin embargo, no estamos recibiendo. Esto nos suele ocurrir
cuando estamos tristes, pues no obtenemos ningún tipo de recompensa tras el
acto de dar y acabamos pensando que el mundo no es merecedor de nuestra
dedicación.
Cuando te cansas de dar y dar sin recibir puede que,
incluso, acabes evitando que alguien te ofrezca ayuda. Así, la falta de
reciprocidad se acaba alimentando de una espiral de desencanto y de dolor.
Si te ocurre esto, lo mejor es abandonar tu puesto y relegar
esas obligaciones que te has impuesto, pues es un
intercambio que resulta tóxico para ti y que, por lo tanto, destruye tu salud.
Algo va mal si te estás cansando, si te invade la tristeza,
la desilusión o el desencanto y si sientes que lo que haces por la otra persona
es una carga cuando no debería serlo. Hay personas
que pueden chuparnos, literalmente, la energía.
Es probable que ellos no se den cuenta, por eso siempre es
recomendable y necesario armarse de valor y aclarar estas cuestiones. También
puede que sí que se percate del tema pero que le interese mantener la
situación.
Entonces, lo mejor es poner a prueba ese interés dejando de
esforzarnos por satisfacer sus necesidades y ver lo que sucede después. Una actitud
egoísta se ve a leguas, solo necesitamos mirar en la dirección adecuada.
No vale de nada luchar contra viento y marea por una persona
que no mueve ni un dedo. No sirve ayudar constantemente a alguien con un
trabajo que no está interesado en aprender a realizar. No nos hace bien dar sin
recibir.
No podemos dedicarnos a los demás y olvidarnos de nosotros. La única gratitud sin la
que no podemos vivir es la gratitud a uno mismo, pues es el pilar del amor
propio y el cimiento de
nuestro crecimiento personal.
Obviamente, no vamos a dar ni a agradecer nada a quien se
está aprovechando de nosotros. Eso nos haría sentir necios, a la vez que
resulta peligroso para nuestro autoestima y nuestro bienestar.
Por otra parte, dicen que
nunca es suficiente el agradecimiento a aquel que no te abandonó en los malos
momentos. Por
eso, ofrecer buenas palabras, buenos sentimientos, buenos actos y buenos
pensamientos para quien nos ayudó en algún momento es muy importante, ya que
esto nos ayudará a recordar el valor de la bondad y del ofrecimiento a los
demás.
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