martes, 9 de enero de 2018

La Fantasía



“Fantasear o soñar despierto, a nivel mental, cumple una importante misión en desarrollar una plasticidad que permita reaccionar de forma óptima a los imprevistos

En alguna ocasión le preguntaron al irreverente dramaturgo rumano Eugenio Ionesco sobre la fantasía. Dueño de una obra poblada de situaciones insólitas que no hacían más que remarcar el patetismo de la vida moderna, sonriente respondió: “la libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad, es creación y osadía”.

Lo cotidianamente pragmático de la vida moderna parece indicarnos que la fantasía es casi una facultad en desuso. Quizás privativa de artistas o de científicos, o de locos soñadores que aún siguen creyendo en utopías, la escondemos en un área restringida. Lo concreto y material de las metas que la sociedad nos va proponiendo, incentivan más el cultivo a una actitud en la vida que apunte a pisar bien firme. Desde los primeros pasos ya estamos encaminando a nuestros retoños  con prácticos consejos sobre lo mejor para su futuro,  que apunten a actividades rentables que les permitan cumplir ciertas metas. Casa, vehículo, viajes están en la  larga lista que van sumando al son de la registradora. La fantasía queda para los muertos de hambre o  fracasados idealistas.

La palabra fantasía proviene del nombre de un dios griego, Phantasos, hijo de Hipnos, personificación del sueño, y Parsitea, una de las diosas del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad y la fertilidad. El servidor de los sueños que tiene la propiedad, a través de imágenes, de mostrar, manifestar, hacer que cosas, personas y situaciones se aparezcan. Una manifestación profunda de una re elaboración de la realidad.

Recientes estudios científicos han demostrado que fantasear, o lo que comúnmente se conoce como soñar despierto, cumple una importante función. 

Lo curioso radica en que cerebralmente ésta  comparte la misma región con las que realizan lo que se denominan funciones  de ‘piloto automático’. En la Universidad de Cambridge se tomó a 28 voluntarios y se les solicitó que agruparan un naipe de cartas siguiendo ciertos patrones, entretanto se monitoreaba su actividad cerebral mediante scanner. Una vez que se aprendían las reglas, el  monitoreo demostró que la zona más activa era precisamente la del ´piloto automático’ o red neuronal por defecto. Esta red nos permite predecir lo que sucederá, reduciendo la necesidad de pensar.

“En esencia un piloto automático nos ayuda a tomar decisiones rápidas cuando sabemos cuáles son las reglas del ambiente en el que estamos. Por ejemplo, cuando conduces hasta tu oficina por la mañana siguiendo una ruta conocida se activa la DMN, lo que nos permite realizar nuestra tarea sin tener que invertir grandes cantidades de tiempo y energía para tomar cada decisión”, explica Danitz Vatansever a cargo del estudio.


El estudio demostró que aquellos voluntarios que tuvieron mayor éxito en la prueba tenían una mayor actividad en la zona del hipocampo, asociada precisamente a la capacidad de fantasear. Esto constituye una ventaja al momento en que el ambiente cambia y la situación de red neuronal por defecto no está funcionando, y requiere de tomar el control consciente y dar un golpe de timón.

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