En principio, sostengo que
aquello que vale para los mapuches y los aborígenes en general.
Sus derechos no provienen de
su condición de "indios" o de su pasado, sino de su condición de
personas. Sus derechos son los derechos de todo ciudadano. Suena a obvio, pero
hay que decirlo para refutar a los que por motivos racistas o de clase intentan
negárselos, pero sobre todo para polemizar con quienes suponen que la fuente de
sus derechos nace de la pertenencia a una tribu y no de la pertenencia a la
condición humana.
Es verdad, sus padecimientos sociales provienen de
la pobreza y la marginalidad, una pobreza y marginalidad no muy diferente a la
de muchos criollos o a la de los millones de argentinos que, según las
estadísticas, oscilan entre la desesperanza de la miseria y los abismos de
desolación de la indigencia.
Sacarlos de ese lugar es una de las enormes deudas
pendientes de los argentinos y en particular de su clase dirigente. Puede que
las políticas sociales deban incluir diferencias nacidas de la historia, pero
en todos los casos lo que no se debe perder de vista es que el drama de la
indigencia afecta a todos por igual.
No es el "privilegio" de una
tribu, una etnia; es en toda caso la tragedia de los postergados, los
excluidos, los explotados o como mejor quieran denominarlos, una tragedia que
no hace distinciones de orígenes.
Respeto la Constitución nacional, pero como
ciudadano puedo permitirme disentir con algunos de sus enunciados sin que ello
signifique rebelión o desacato. En particular no comparto la denominación de
"pueblos originarios".
Como dijera un antropólogo con cierto tono de
humor, si queremos ser coherentes con este enunciado, la "originalidad"
exclusiva pertenece a Adán y Eva. Pero para no irnos tan lejos, digamos que la
historia de la humanidad es la historia de ocupaciones, invasiones, derrotas y
victorias, encuentros y desencuentros.
No hay pueblos "originarios",
históricamente hay pueblos emergentes que a través de procesos complejos se
despliegan a lo largo de la historia.
Los derechos de los denominados indígenas son tales
no por su condición de indígenas, sino de hombres, de personas. Reivindicar con
las mejores intenciones políticas una condición biológica está más cerca de las
ideologías racistas que de posiciones progresistas.
Postergar al individuo en
nombre de la comunidad o la tribu es regresivo y en un punto reaccionario;
postular el retorno al pasado atribuyéndole virtudes mágicas o redentoras es
negar la historia con sus contradicciones y sus cambios.
La realidad de las diferentes tribus existentes en
nuestro país es diversa como diversos son sus reclamos y las metodologías para
llevarlos a la práctica.
No es la causa comanche la que hoy nos aflige
políticamente, sino la violencia que en nombre de esa causa practican algunos
grupos. También en este punto la ley es la referencia ineludible entre lo
permitido y lo prohibido.
Elegimos respetar la vida y dirimir nuestras
diferencias pacíficamente. Todo lo demás puede y debe discutirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario