Filosofía
Crítica De La Razón Pura
Immanuel Kant
Durante 15 años de su vida en
el siglo XVIII, un menudo, frágil y metódico profesor prusiano, que nunca se
alejó de su natal Könisgberg, escribió un tratado de 800 páginas que apareció
en 1781 con el intimidante título de Crítica de la Razón Pura. ¿Qué significa
esta enigmática frase? Para empezar: ¿qué es la razón pura? Según el magno y
denso libro, es un tipo de razón que no surgiría de los sentidos o la
experiencia sensorial, pues la mente se muestra como provista de conocimientos
que operan a priori, es decir, antes de la experiencia y no después de ella.
Los denomina conocimientos trascendentales porque trascienden a la experiencia
sensorial y ocurren por la estructura misma de la mente.
La propuesta se puede ilustrar con una alegoría
cerámica: la mente no sería como una masa de barro sin forma sobre la que las
sensaciones y las experiencias esculpen el conocimiento, como lo pensaron los
empiristas Locke y Berkeley, ni tampoco un haz de estados mentales, como lo
planteó Hume. No: la mente es un órgano activo que convierte sensaciones en
conceptos y transforma la multiplicidad de las experiencias en la unidad del
pensamiento y en el edificio del conocimiento.
Un científico contemporáneo bien puede discurrir
que ese órgano activo debe atañer al cerebro, el sistema biológico de exquisita
textura y gran plasticidad que, mediante una evolución de millones de años,
viene provisto con redes de neuronas y pautas articuladas de actividad nerviosa
que se consideran fundamentos o correlatos de las operaciones mentales. En
particular, el neurobiólogo actual no tendría dificultad en asentir que el
cerebro construye el conocimiento usando moldes funcionales que trae inscritos
y se aplican para interpretar las señales sensoriales mediante una portentosa
capacidad orgánica y orquestal.
La Crítica de la Razón Pura plantea y examina una serie de
categorías que no son objetos de percepción, sino presupuestos para construir y
comprender el mundo que se percibe. Estas categorías, como el sentido de
cantidad, de tiempo, de espacio o de causa, moldean la construcción de los
estados y los contenidos de la mente. Otra categoría trascendental es el
sentido moral, una preocupación y proclividad para actuar evitando el
sufrimiento que denominó imperativo categórico.
El formidable empeño del menudo
profesor fue el de sustituir la teología por la moral, pues la religión no
puede probar la existencia de Dios ni de un código ético fuera de la esfera
humana. Esto le acarreó la indignación eclesiástica y el intento de parar la
publicación de nuevos textos que socavasen la autoridad de la iglesia y la
realeza.
Las investigaciones posteriores sobre la evolución humana han puesto
una y otra vez este asunto sobre la mesa de las discusiones. La opinión actual
más prudente es que hay códigos de conducta pro-social seleccionados por su
valor adaptativo en diversas especies gregarias, como la humana, pero no leyes
morales innatas y universales.
Además del conocimiento a priori y las categorías,
la Crítica de la Razón Pura presenta otras tesis de trascendencia psicológica.
Una de ellas es una dualidad entre la realidad y la conciencia. La realidad de
los objetos del mundo es denominada noumena y concebida como “las cosas
mismas,” en tanto que la mente construye una apariencia subjetiva de ellas que
denomina phenomena.
El mundo que aparece ante nosotros es una construcción, un
producto más o menos terminado, podría decirse manufacturado o incluso
neuralizado, con perdón por el altisonante neologismo.
Ahora bien, a diferencia
de los idealistas metafísicos que niegan la materia, nuestro cuidadoso y astuto
profesor es realista y no duda que existe materia independiente de los humanos
o de las mentes que la perciben. Pero sí mantiene que no es posible obtener
conocimiento directo de ese mundo material, sólo de aquello que se percibe
gracias a los sentidos y la razón, una apariencia que permite concebir el mundo
y actuar eficientemente sobre él.
La estrategia del maestro prusiano invierte
el instrumento racional usado hasta su momento para explorar las cosas y lo
emplea para enfocar al observador y cuestionar al sistema mismo de razonar y
conocer.
Kant ha revelado a la mente
como un aparato articulado de funciones causales que operan en el tiempo y el
espacio para dar origen al conocimiento y a la conciencia como síntesis de percepciones
y conceptos. Ha elaborado también un método de inferir las condiciones
necesarias para que ocurra la experiencia consciente mediante mecanismos
mentales que, aunque no son directamente observables, son los más convenientes
y adecuados para explicar la conducta manifiesta. Más aún: nuestro empeñoso
profesor no pretendió proponer una teoría tan recia sin analizarla
concienzudamente y este es precisamente el significado que le da a la palabra
crítica como el examen riguroso llevado a cabo por la mente de los procesos de
la propia mente. Colosal el intento e imponente el resultado.
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