El tiempo discurre sin detenerse en los pequeños detalles que perfilan los instantes de los días.
El tiempo no atiende a la ausencia de recuerdos, el tiempo
va pero no vuelve, se deshidrata entre los reflejos de las horas sin más.
Cuando los días se vuelven insensatos, cuando no dejan
cicatrices en nuestra memoria, el devenir de las horas se convierte en un
pasajero incómodo en la existencia.
Porque el tiempo se evapora pero la memoria se hundió en un
momento determinado y desoye la caducidad de los días.
Esa falta de recuerdos nos vuelve frágiles, inseguros,
perdidos en unas rutinas desconocidas.
Déjame decirte qué día es hoy es la valentía de una
memoria que ha de aprender a sobrevivirle a los recuerdos diariamente, a
enfrentarse con lo que olvida cada noche, a encontrarse con lo desconocido para
aprehenderlo durante unas horas y abandonarlo al anochecer.
Déjame decirte qué día es hoy es una muestra de amor
incondicional, paciente, optimista y vital.
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