Nuestras formas de
pensar, de sentir y de actuar, la lengua que hablamos, nuestras creencias, la
comida y el arte, son algunas manifestaciones de nuestra cultura que debemos
proteger y cultivar.
Este conjunto de
saberes y experiencias se transmite de generación en generación por diferentes
medios. Los niños aprenden de los adultos y los adultos de los ancianos.
Aprendemos de lo
que oímos, de lo que leemos, de lo que vemos y experimentamos en la convivencia
cotidiana.
Mediante la
transmisión de costumbres y tradiciones, un grupo social intenta asegurar que
las generaciones jóvenes den continuidad a los conocimientos, valores e intereses que los distinguen como
grupo y los hace diferentes a otros.
No se trata de no
evolucionar y quedar estancados en las tradiciones y costumbres de los
antepasados, se trata de crecer en función de nuestras raíces, encontrando como
ciudadanos de un mismo país un rumbo que nos conduzca al bien común, pero eso sí;
amando, venerando y agradeciendo el pasado común que nos forjo.
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