Lo que recogemos desde la prehistoria es el saber
de qué “este mundo” ha sido construido partiendo de la desorganización de los
elementos circundantes a los cuales se les organizo y ordenó para ser el
albergue ideal para la instalación de los reinos vegetal, animal, etc. para
posteriormente instalar la presencia de la raza humana y su descendencia, cabe
agregar que a todas las especies creadas se les ordenó que “se multiplicaran
según su especie”.
No vamos a detenernos a analizar en detalle todos
los pormenores de esta narrativa, lo esencial, que rescatamos muy someramente,
es que nuestra especie es en los hechos “extraterrestre” pues se nos dice que
“venimos directamente de la presencia de Dios” y que nuestra razón de ser es la
de “tomar posesión” de todo el planeta en condición de administradores del
mismo, llegando esta atribución a la autoridad de hecho de clasificar y dar el
nombre definitivo a cada uno de los seres vivos que conforman su entorno.
Nuestra condición de meros administradores de este
“nuevo mundo” queda en evidencia cuando el propio creador del universo nos
expulsa del jardín donde habitábamos y nos condena a vivir en el mundo
“solitario y triste” en el cual tendríamos que padecer las consecuencias de
nuestra desobediencia.
Este acontecimiento ha sido registrado por “la
historia humana” como un castigo tan importante y severo que hasta nuestros
días nacemos los humanos con una “marca indeleble” que nos condena a ser
“portadores de un pecado original”
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