El cambio cultural que se produjo en el último siglo con
respecto a los derechos de los animales fue progresivo, pero gracias a Internet
en la última década tuvo una aceleración fulminante. Sin embargo, el repudio a
la cacería de animales nunca fue parte a la agenda de los medios, que
eventualmente cubrieron episodios relacionados con los animales, pero que nunca
tuvieron una intención formativa al respecto.
No fueron las noticias ni los
medios los que produjeron este cambio cultural; fue la novedosa disposición que
adquirieron distintos grupos activistas primero y luego la gente en general
para cambiar para siempre lo que sentimos por los animales.
La famosa frase de
Paul McCartney si los mataderos tuvieran paredes
de cristal todos seríamos vegetarianos es ahora real en muchos temas. Internet le puso paredes de
cristal a la cacería, a los zoológicos, a las carreras de galgos y a innumerables temas
fundamentales que van más allá de los derechos de los animales.
Ahora, la creación de ideas y valores parece haber dejado de
estar sólo en manos de los medios y la maquinaria cultural. Simplemente surgen,
como si manaran de un lugar desconocido. Esa fuente es la Red y su imponente
capacidad de propagar ideas y sincronizar el castigo ejemplar a aquellos que se
resisten a reconocer sus mandatos.
Con frecuencia se cree que esta capacidad de aceleración que
tiene Internet sobre la cultura produce sólo cambios positivos, que nos
orientamos hacia una sociedad mejor. Es una posición ingenua. Porque los mismos
instrumentos y capacidades de comunicación que hoy nos llevan a pensar que
cazar animales por diversión está mal, alientan en otros grupos el rechazo a lo
distinto, el odio a las minorías; fomentan las culturas destructivas, como las
que estimulan el consumo de alcohol, la delgadez extrema que culmina en
anorexia, la difusión de las técnicas de suicidio , la sincronización del bullying.
El psicólogo Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía,
explica que los medios son los creadores de las llamadas cascadas de disponibilidad afectiva,
una condición por la cual una exagerada
sucesión de noticias sobre un tema distorsiona
nuestra capacidad de discernir la realidad y tomar decisiones correctas. Esa
afirmación es del año 2002.
Hoy, el contenido en Facebook y otras redes
sociales es la cascada misma, el torrente de disponibilidad desde donde surge
gran parte de lo que pensamos y sentimos.
Estamos, para bien o mal, a merced de nosotros mismos.
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