Cada día existe una mayor
concienciación sobre la importancia de la autoestima. Reconocemos que así como
un ser humano no puede esperar realizarse en todo su potencial sin una sana
autoestima, tampoco puede hacerlo una sociedad cuyos miembros no se valoran a
sí mismos y no confían en su mente.
La autoestima es la experiencia de ser
aptos para la vida y para las necesidades de la vida. Más específicamente,
consiste en lo siguiente:
Confianza en nuestra capacidad de
pensar y de afrontar los desafíos básicos de la vida.
Confianza en nuestro derecho a
ser felices, el sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a
afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.
La autoestima es una necesidad muy
importante para el ser humano. Es básica y efectúa una contribución esencial al
proceso de la vida; es indispensable para el desarrollo normal y sano; tiene
valor de supervivencia. El no tener una autoestima positiva impide nuestro
crecimiento psicológico.
Cuando se posee actúa como el sistema
inmunológico de la conciencia, dándole resistencia,
fortaleza y capacidad de regeneración. Cuando es baja, disminuye nuestra
resistencia frente a las adversidades de la vida. Nos derrumbamos ante
vicisitudes que un sentido más positivo del uno mismo podría vencer.
Tendemos a
estar más influidos por el deseo de evitar el dolor que de experimentar la
alegría. Lo negativo ejerce más poder sobre nosotros que lo positivo.
Una autoestima baja no significa que
necesariamente seamos incapaces de alcanzar metas. Algunas personas tienen el
talento y el impulso para lograr mucho, a pesar de poseer una autoimagen pobre:
por ejemplo, el adicto al trabajo altamente productivo que se siente impulsado
a probar sus méritos a alguien que predijo que no llegaría a nada. Pero sí
significa que seremos menos eficaces —menos creativos— de lo que podemos llegar
a ser, y que nos veremos impedidos de gozar de nuestros logros. Nada de lo que
hagamos nos parecerá “suficiente”.
Si tenemos confianza objetiva en
nuestra mente y valor, si nos sentimos seguros de nosotros mismos, es probable
que pensemos que el mundo está abierto para nosotros y que respondamos
apropiadamente a sus desafíos y oportunidades. La autoestima fortalece, da
energía, motiva. Nos impulsa a alcanzar logros y nos permite complacernos y
enorgullecernos de nuestros logros: experimentar satisfacción.
Según esto, podría parecer que lo único
que necesitamos para asegurar la felicidad y el éxito es un sentido positivo de
autovalía. El tema es más complejo. Tenemos más de una necesidad y no hay una
solución única a todos los problemas de nuestra existencia.
Un sentido bien
desarrollado del uno mismo es una condición necesaria pero no suficiente para
nuestro bienestar. Su presencia no garantiza satisfacción, pero su falta
produce indefectiblemente algún grado de ansiedad, frustración, desesperación.
La autoestima se proclama como necesidad en virtud de que su ausencia
(relativa) traba nuestra capacidad para funcionar. Por eso decimos que tiene
valor de supervivencia.
Dentro de una persona, habrá
fluctuaciones inevitables en los niveles de autoestima, así como las hay en
todos los estados psicológicos. Necesitamos pensar en términos del nivel
promedio de autoestima de una persona
.
¿Es posible tener demasiada
autoestima? No, no lo es; no es más posible que tener demasiada salud física. A
veces se confunde autoestima con vanagloria, jactancia o arrogancia; pero estos
rasgos no reflejan demasiada autoestima sino demasiado poca.
Las personas con
una autoestima alta no se ven impulsadas a mostrarse superiores a los demás; no
buscan probar su valor midiéndose según un estándar comparativo. Se alegran de
ser como son, no de ser mejores que otra persona.
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