La mente no fue concebida originalmente para conocer la
verdad sino para sobrevivir.
Cuando alguien sostiene que la ciencia tiene sus
limitaciones, que su epistemología no es perfecta, abogando por un relativismo
cognitivo, por el “nada se sabe seguro”, todo es opinión”, olvida que las
limitaciones no son tanto de la ciencia en sí como de nuestros cerebros.
La mente es un órgano biológico más que una ventana a la
realidad. Así pues, es lógico que no seamos capaces de comprender bien todos
los descubrimientos de la ciencia, tanto reales como potenciales. Por ejemplo,
decía Richard Feynman que quien afirme entender la física cuántica…
en realidad es que no la entiende en absoluto.
Sencillamente, nuestra arquitectura mental no está diseñada
para entender algo así, nuestras intuiciones sobre el espacio, el tiempo y la
materia colisionan con la realidad, y debemos recurrir a herramientas
extra-mentales para, al menos, operar con la realidad: por ejemplo, las
matemáticas.
Si no entendemos qué ocurre, es normal, tenemos cerebros que
no están diseñados para entenderlo.
Por eso no puede dejar de asombrarme que existan personas
que consideren que la verdad no existe o que todo es relativo, u que es opinión
subjetiva, tú tu verdad y yo la mía.
Me asombra porque ni siquiera están diseñados para entender
las verdades de la ciencia, ¿cómo van a entender si existen o no aspectos
ajenos a esas verdades?
(Y si las hay, tengan por seguro que no nos incumben,
se alejan tanto de nuestra realidad como especie que preocuparse por ellas es
estéril, e invocarlas resulta ser una clara maniobra de distracción, como quien
invoca al Espaghetti
Volador para explicar los misterios que aún no han sido
descubiertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario