“Aquellos que están llenos de vanidad con la codicia penetran en una
corriente que les atrapa como la tela que la araña ha tejido de sí misma. Por
esta razón, el sabio corta con todo ello y se aleja abandonando toda
tribulación”
Hay días en que uno se levanta y si no tiene bien puestas las orejeras
puede ocurrir que caiga fulminado por el torrente de noticias envueltas en
crisis.
Más o menos, casi todos nos hemos dado cuenta de que el origen de muchos
desajustes actuales que afectan a nuestras circunstancias materiales cotidianas
está en males anteriores, y que esos males tienen mucho que ver con la falta de
valores éticos.
Caramba, qué coincidencia.
Los que creemos en la filosofía siempre hemos pensado que son los
valores éticos los que conforman nuestra identidad como seres humanos y en su
cultivo está la raíz de las soluciones que se manifestarán, igual que su
ausencia fue la raíz de los problemas que afloran ahora a la superficie. Puede
la filosofía, también, servir para encontrar una buena brújula para navegar en
las procelosas aguas de la vida.
Esto, que suena tan rimbombante, no es ni más ni menos que lo que todo
ser humano ansía interiormente por naturaleza, porque todos necesitamos saber
para qué hemos venido a la vida, y si no queremos declararlo así, por lo menos
nos gustaría tener un pequeño manual práctico de cómo ir capeando aquellas
situaciones que nos provocan inquietud, esa inquietud que no es material, y que
nos demanda insistentemente una meta que nos impulse hacia adelante y nos anime
a no dejarnos aplastar por las olas cotidianas que ofuscan nuestra visión del
horizonte.
Hemos conocido tiempos llenos de palabras. El mundo ya ha visto a dónde
nos conducen. Es el tiempo de pasar a las acciones, pero no a las que son fruto
del miedo, la inquietud, la desesperanza o el resentimiento.
Es tiempo de reflexionar por un momento qué es lo verdaderamente
importante, y sobre todo, qué es lo que depende de nosotros mismos, algo en lo
que insistieron tanto los estoicos. Tal vez podamos evitar el sentido trágico
de nuestro momento e interpretar nuestro papel lo mejor posible, tal como nos
sugirió el gran Epicteto.
Lo pasado ya pasó. Hemos de aprender a diferenciar las situaciones que
no dependen de nosotros de aquellas otras en las que sí podemos ser
protagonistas activos. Todo ello redundará en una mejor vida para todos. Tal
vez no seamos más ricos, o no tengamos tantas comodidades materiales, pero
sabremos qué camino hemos de tomar ante las adversidades.
Curiosamente, en la filosofía de los textos clásicos hay recetas que
todavía no han caducado. ¿Qué tal si las echamos un vistazo?
“Mejor
que mil disertaciones, mejor que un mero revoltijo de palabras sin significado,
es una frase sensata, al escuchar la cual uno se calma”
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