En la vida las intenciones sobran, incluso muchos dichos y refranes
versan sobre ellas, tenemos miles de intenciones en la vida, los deseos, los
anhelos, lo que queremos se convierte en una firme intención tarde o temprano, incluso
nos rodean las intenciones y los intereses de los demás, de manera que todo
fluye en torno a meras intenciones, buenas y malas, puras o desafiantes,
positivas u oscuras, sin la existencia de la voluntad, nunca dejarán de ser
solo eso, intenciones.
Cuando establecemos una relación con alguien, cuando perdonamos, cuando
decidimos dar oportunidades, no solo a los demás, sino también a nosotros
mismos, lo hacemos desde una intención, que principalmente trata de que
las cosas funcionen, de que la confianza, la transparencia, la verdad y el amor
siempre sean nuestros principales pasos y que puedan permanecer el mayor tiempo
posible, sin embargo, si nuestros deseos no van en consonancia con
nuestras acciones o simplemente no forman parte de la voluntad de nuestra pareja,
difícilmente lograremos llevar esta relación con mayor éxito.
En la vida, la voluntad es el motor conductor y propulsor de lo que
queremos alcanzar, del lugar al cual queremos llegar, de nuestras acciones y
decisiones y sin voluntad la intención no cuenta, pues dudosamente terminará
dando algún fruto si no va precedida por acciones concretas, por deseos
genuinos que se manifiesten en hechos.
Es curioso para muchas personas, que algunas relaciones resulten
eternas, y no solo eternas, sino que además conserven esa chispa y esa llama
que la encendió desde la primera vez y que de alguna manera sigue
viva, solemos pensar que irremediablemente las relaciones cambian, para
peor desafortunadamente, todo suele enfriarse y aquello que fue más nunca será,
pues ocurre que las relaciones que tienden a esparcirse en el camino, son
aquellas que pretenden mantenerse puramente de intenciones, son esas relaciones
donde la voluntad quedó vencida, por la costumbre, por el cansancio o porque
simplemente la emoción fue sorprendida por el desamor, entonces la intención
emerge…como único camino de seguir adelante.
El pilar de las relaciones se llama voluntad, para amar, para confiar,
para aprender, para vivir intensamente cada segundo al lado de esa persona que
nos acompaña y que nos eligió así como nosotros la elegimos, voluntad para
desear y ser mejores, voluntad para ser y hacer.
No todo en la vida es color rosa, las relaciones afrontan dificultades,
penas, tempestades y situaciones que pueden desequilibrar las cosas en
determinados momentos, pero cuando la voluntad en la pareja priva, nada
puede ocurrir que no pueda superarse, ninguna herida puede hacerse tan profunda
que no pueda ser sanada, la intención de levantarse como pareja, se transforma
en acción, el amor es su columna y no hay puentes tambaleantes que
cruzar, simplemente la voluntad y la claridad de saber hacia adonde nos
dirigimos y con quien queremos estar.
No llenes tu vida de intenciones, sé voluntad, permite que la acción y
la fortaleza de esa intención se manifieste, no vivas de intenciones que no
tienen largos caminos recorridos, suelen ser tan repetitivas que tarde o
temprano te darás cuenta de que para la intención la voluntad no existe, pues cuando
la voluntad se hace presente la intención se convierte en una realidad viva y
tangible.
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