martes, 1 de agosto de 2017

El Paso Siguiente


El tener buenas intenciones en el fondo no es difícil, lo complicado es llevarlas a la práctica; nos excusamos a nosotros mismos y lo justificamos con la falta de tiempo, el trabajo, los problemas, la salud y un sinfín de contratiempos que nos impiden llevarlas a cabo, pero en el fondo es la pereza mental la que nos limita, porque nos hemos acomodado a una sociedad que, muy a nuestro pesar, es egoísta e individualista.
Las buenas intenciones están en nuestros corazones; cualquier acto altruista y desinteresado que realicemos para beneficio de los demás o de nosotros mismos es una demostración de nuestros buenos propósitos y, por pequeños e insignificantes que parezcan, es muy gratificante, nos hacen sentirnos importantes y útiles, además de ser una manera de afianzarnos como seres humanos y sentirnos integrados y aceptados por los demás.
No dejemos que la desidia y la indiferencia nos conviertan en personas vacías, no pospongamos nuestras intenciones en el tiempo, y seamos consecuentes con nuestros propósitos. Quizás, si nos lo proponemos con firmeza, podamos llegar a conseguirlo y hacer de ese mar de intenciones una realidad palpable.
 Hugo W Arostegui



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