jueves, 4 de enero de 2018

El Sentido De La Vida


Un antiguo proverbio africano reza: “Si quieres ir rápido, camina solo. Si quieres ir lejos, camina con otros”. Fuimos creados para vivir en relación con otros, para amar, reír, y vivir juntos. Sin embargo, hay momentos en el camino de la vida que puede ser extremadamente solitario, especialmente, si le dimos nuestro corazón a otra persona y ella lo maltrató o ignoró.

Cuando estamos heridos anhelamos que alguien se lleve nuestro dolor, suavice las heridas y nos brinde esperanza. A menudo, esos anhelos no son satisfechos. En nuestro intento por encontrar el amor, nos entregamos a otros una y otra vez, solo para resultar más lastimados en cada ocasión.

Todo el mundo se pregunta por el sentido de la existencia. Posiblemente es la cuestión que conduce a más preguntas cada vez que pensamos tener una respuesta o idea sobre ella. Muchos dicen que esta interrogación no tiene lógica en cuanto que la vida carece de fin último. Sin embargo, para llegar a sostener con consistencia y rigor que la vida carece de significado o de sentido teleológico se requiere, previamente, haberse preguntado sobre el sentido de la vida.

De este modo, convenimos que en el hombre se halla de modo innato la cuestión sobre la existencia. Entonces, cabe una cuestión: ¿por qué el hombre se pregunta sobre la existencia?, ¿puede ser que en el hombre se halle presente de algún modo el sentido trascendente como elemento característico de su esencia metafísica? Ciertamente estas cuestiones carecerían de sentido y de significado lógico si la vida en sí no tuviera sentido, pero si los hombres, por su naturaleza racional, se interrogan sobre el sentido de su vida, ¿es posible afirmar tajantemente que no hay sentido alguno sobre la existencia? ¿Por qué si no hay sentido el hombre se pregunta por el sentido? ¿Si el hombre no es obra de Dios por qué no actúa como el resto de los seres sin interrogarse sobre él mismo y sobre la realidad? ¿Qué es lo que nos mueve a preguntarnos? Ciertamente aquello que nos mueve no es ‘nada’ intrínseco a nosotros.

La negación de la existencia de un fin último jamás responde a ningún ejercicio de rigor científico o filosófico. Quienes se consideran ateos reaccionan frente a la consideración de un sentido teleológico de la vida construyendo un tabique entre ellos y dicha cuestión, aunque tal postura se revista de contenido científico o filosófico. La afirmación ‘no hay sentido’ es una continua suspensión frente a la duda real sobre el sentido, pues el hombre jamás puede dejar ni deja de cuestionarse sobre él y el mundo.

Una de estas posturas ‘tabique’ es el pensamiento hedonista, para el cual no importa la cuestión sobre la existencia y la vida tras la muerte. Epicuro señala cuatro causas de infelicidad en el ser humano, a las que propone cuatro respectivos remedios treta fármacos: el temor al destino – el remedio es el conocimiento de que todo fenómeno es explicable en función de los átomos y que hay que aceptar estas leyes de manera racional y serena –, el temor a los dioses – que se resuelve considerando que éstos también están compuestos de átomos negándose así cualquier providencia –, el temor a la muerte – tanto el cuerpo como el alma se hallan compuestos de átomos y la muerte destruye a ambos, por lo que no hay nada después de la vida –, y el temor al dolor – el remedio es el placer como fuente de felicidad, como el hombre es un ser racional el placer debe ser de carácter intelectual y debe estar iluminado por la prudencia (frónesis): aceptar el placer presente, rechazarlo si la inteligencia considera que causará dolor, rehuir el dolor presente y aceptar el dolor presente y conducirá a un placer futuro superior –.

Ciertamente los ateos no responden a la cuestión sobre la existencia, sino que su afirmación es una postura contra la búsqueda de sentido. El ateísmo es una actitud que acepta el pensamiento epicúreo – y que se refleja muy bien en el filme enlazado –: cuando yo soy la muerte no está presente, cuando la muerte esté presente yo ya no seré. Por tanto no tiene sentido alguno preguntarse por la existencia después de la muerte. Ciertamente, esta actitud puede agradar a muchos o a pocos, pero sinceramente carece de valor lógico pues sólo es un ‘tabique’ – sólo es la búsqueda de un sentido dentro de la dificultad que entraña la cuestión del sentido – pues la cuestión sobre el sentido sigue en el aire.       


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