La igualdad de oportunidades es un principio basado en la
idea de que una sociedad justa sólo puede lograrse si cualquier persona tienen
las mismas posibilidades de acceder a unos mínimos niveles de bienestar social
y sus derechos no son inferiores a los de otros grupos. Para ello, se
establecen mecanismos que prohíben la discriminación por motivos de raza, sexo,
etnia, edad, religión o identidad sexual.
Para medir hasta qué punto la igualdad de oportunidades es un valor presente en la sociedad, se estudian diferentes indicadores, que pueden ofrecer una visión aproximada de la cercanía de ésta a dicho principio. Entre estos indicadores se encuentran la permeabilidad social (hasta qué punto la procedencia social de los progenitores determina la pertenencia a un estrato) o la comparación de las retribuciones económicas entre ambos sexos para tareas similares.
Aunque la igualdad de oportunidades parece, en la teoría, un principio universalmente aceptado como justo, hay un intenso debate en torno a su aplicación práctica. La razón para este debate se centra en la realidad de que las personas nacen y crecen en entornos y grupos sociales distintos, algunos de los cuales gozan de mejor situación que otros.
Partiendo de esta situación, no existe una igualdad de oportunidades real entre los grupos más favorecidos y los menos, ya que los primeros, por su situación económica y social podrán acceder a oportunidades que a los otros permanecerán vedadas.
Sin embargo, el principal punto de debate surge del hecho de que, para que ambos tengan las mismas oportunidades, uno habría de renunciar a parte de sus privilegios para dárselos a otro, lo cual es intrínsecamente injusto, ya que la existencia de un grupo desfavorecido no es consecuencia directa de que exista otro con una situación previa más favorable.
Esto crearía una situación en la que se favorece a un grupo a costa de perjudicar a otro que no tiene responsabilidad alguna en la existencia de esa desventaja.
Así pues, vista la dificultad de una aplicación de la igualdad de oportunidades a nivel práctico en muchos campos, hay quien aboga por la maximización de oportunidades o la erradicación de la discriminación como fórmulas más cercanas a este concepto.
La primera se centra en impulsar y potenciar sistemas que permitan que incluso los grupos menos favorecidos dispongan de herramientas que les permitan igualar las oportunidades de los más favorecidos, mientras en el segundo caso, el foco se pone en anular todas aquellas desventajas existentes en la sociedad como consecuencia de creencias fuertemente implantadas.
Para medir hasta qué punto la igualdad de oportunidades es un valor presente en la sociedad, se estudian diferentes indicadores, que pueden ofrecer una visión aproximada de la cercanía de ésta a dicho principio. Entre estos indicadores se encuentran la permeabilidad social (hasta qué punto la procedencia social de los progenitores determina la pertenencia a un estrato) o la comparación de las retribuciones económicas entre ambos sexos para tareas similares.
Aunque la igualdad de oportunidades parece, en la teoría, un principio universalmente aceptado como justo, hay un intenso debate en torno a su aplicación práctica. La razón para este debate se centra en la realidad de que las personas nacen y crecen en entornos y grupos sociales distintos, algunos de los cuales gozan de mejor situación que otros.
Partiendo de esta situación, no existe una igualdad de oportunidades real entre los grupos más favorecidos y los menos, ya que los primeros, por su situación económica y social podrán acceder a oportunidades que a los otros permanecerán vedadas.
Sin embargo, el principal punto de debate surge del hecho de que, para que ambos tengan las mismas oportunidades, uno habría de renunciar a parte de sus privilegios para dárselos a otro, lo cual es intrínsecamente injusto, ya que la existencia de un grupo desfavorecido no es consecuencia directa de que exista otro con una situación previa más favorable.
Esto crearía una situación en la que se favorece a un grupo a costa de perjudicar a otro que no tiene responsabilidad alguna en la existencia de esa desventaja.
Así pues, vista la dificultad de una aplicación de la igualdad de oportunidades a nivel práctico en muchos campos, hay quien aboga por la maximización de oportunidades o la erradicación de la discriminación como fórmulas más cercanas a este concepto.
La primera se centra en impulsar y potenciar sistemas que permitan que incluso los grupos menos favorecidos dispongan de herramientas que les permitan igualar las oportunidades de los más favorecidos, mientras en el segundo caso, el foco se pone en anular todas aquellas desventajas existentes en la sociedad como consecuencia de creencias fuertemente implantadas.
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