La miopía es una enfermedad moderna. Es un mal que se
desarrolla por mirar de cerca; por no forzar la vista para observar más allá en
el espacio y el paisaje, algo muy parecido a cómo se desarrolla la miopía
intelectual.
Mencionamos como se recortan derechos en aras a la religión
y como sin pudor alguno se justifican medidas y ordenanzas medievales. Pues
aunque a muchos les parezca mentira por esa miopía intelectual a la que me
refería, Israel en cuestiones de carácter social está retrocediendo en
libertades y derechos.
Un retroceso, hablemos hoy de eso, que estoy seguro
sorprendería a los fundadores del estado judío por la influencia de la religión
en la política y por el uso y abuso que de la religión hacen los políticos
cuando les viene en gana.
No entiendo la permisividad del estado y sus poderes con
personajes como el judío ultra ortodoxo que lanzó gas lacrimógeno a una mujer
que andaba por una acera, sólo para hombres, del barrio de Mea Shearim. Claro
que también hay que hacer esfuerzos para tratar con normalidad el asunto de la
separación de sexos en los autobuses públicos.
Algo más de un año y medio ha tardado el Ministerio de
Transportes en disponer de un informe que afirma que cada uno puede sentarse en
el asiento que le plazca en el transporte público.
Los Haredíes -creyentes en
dios- ven como una ofensa el que no estén separados hombres y mujeres en los
autobuses o que al paso de uno de éstos por las zonas ultra ortodoxas ellas no
se desplacen a la parte trasera del transporte.
Este tema, que como ya hemos contado ha supuesto agresiones y
vejaciones a mujeres, no es más que otro episodio de la expansión
fanático/religiosa que vive el país y que a pocos parece interesar el poner
coto.
Con las Patrullas de la Moralidad ampliando su campo de acción
desde Mea Shearim a otros barrios no religiosos de Jerusalén -esta semana
atacaron a un joven del que decían tenía pornografía en su casa- al gobierno de
Benjamín Netanyaju le ha salido un grano de desobediencia y ha sido,
precisamente, por la influencia de la religión en la política.
Grupos de
soldados han protestado por ser enviados a desmantelar asentamientos ilegales.
Y es que, piano piano, se ganan metros y se conquista
territorio. Un ejemplo más de la presión religiosa puede ser la campaña de la conocida
cadena israelí de ropa joven FOX quién ha decidido retirar una campaña de
publicidad por la amenaza ultra. La campaña en cuestión presenta a la modelo
israelí, Bar Rafaelli, tumbada en una cama, vestida sólo con pantalones
vaqueros y cubriéndose el pecho con un edredón.
Esto ha hecho que al rabino, Mordejai Bloi, líder del grupo
ultra-ortodoxo Guardianes de la Santidad y la Educación, se le salten los
colores y amenace con iniciar un boicot a los productos de la cadena. Para no
calentar más la cosa, Fox, ha decidido retirar las fotos de una modelo que
desata tantas críticas como alabanzas en Israel.
Baste con recordar la negativa
de Rafaelli a cumplir con el servicio militar en un país al que solo le falta
la fiesta de Los Quintos para rendir más pleitesía a su ejército.
Que la población religiosa puede convertirse en un problema de gran calado en Israel es un hecho a medio y largo plazo. Su proyección aumenta y su influencia en lo político está en alza aun a pesar de que algunas encuestas aseguran todo lo contrario.
Que la población religiosa puede convertirse en un problema de gran calado en Israel es un hecho a medio y largo plazo. Su proyección aumenta y su influencia en lo político está en alza aun a pesar de que algunas encuestas aseguran todo lo contrario.
Separar poderes, como puede comprobarse por estos lares, no
está de moda y si entre los judíos es un hecho manifiesto aún quedan aspectos
que me demuestran que puedo estar equivocado o todo lo contrario. Los
contrasentidos son los que a veces nos dan vida o los que nos enseñan que aún
quedan esperanzas.
Digo esto por una historia que he leído en un periódico
israelí y que tiene que ver con un colono judío ultra ortodoxo en Cisjordania y
un joven gay palestino.
El muchacho escapó de su pueblo en Cisjordania tras muchas
amenazas de muerte por su homosexualidad y se estableció fuera de los
territorios con su pareja israelí con la que vive hace diez años. Precisamente
por esas amenazas, las visitas a su familia tienen que realizarse a varios kilómetros
de su aldea.
En una de estas para ver a su padre enfermo y al intentar regresar
a territorio israelí le retienen la documentación en un control policial. Por
seguridad de Israel le dicen que no puede volver a su casa. Reclama y le
extravían sus papeles. El peligro para su vida aumenta y aquí se produce lo
sorprendente. La ayuda viene de quien menos se espera. Un ultra ortodoxo judío
que vive en un asentamiento en Cisjordania junto a su aldea le asila aun a
pesar de que también se expone a un enfrentamiento muy grave con su comunidad
por su condición de palestino y por la orientación sexual del joven.
Será verdad eso de que “quién salva una vida salva a la
humanidad”.
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